INTRODUCCIÓN

En inglés existe una expresión para describir a alguien que se pierde en los detalles. A menudo se dice que tal persona no puede ver el bosque por los árboles. Ahora muchas culturas tienen expresiones similares; por lo que no es difícil entender lo que queremos decir cuando decimos esta expresión. Cuando nos vemos rodeados de muchos detalles, es fácil perderse en puntos pequeños, al grado que nos confundimos con las cuestiones más grandes y más importantes. Así que, en situaciones confusas, debemos detenernos y dar un paso atrás para mirar el panorama completo.

Para la mayoría de las personas, un lugar donde los detalles tienden a obscurecer el panorama completo es el Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento es un libro muy grande y contiene tantos nombres, lugares, acontecimientos, enseñanzas teológicas e instrucciones morales que fácilmente perdemos las perspectivas subyacentes que unifican el Antiguo Testamento. Ahora, para superar esta confusa y a veces desconcertante experiencia, necesitamos dar marcha atrás y tomar el panorama completo de todo el Antiguo Testamento.

Esta es la segunda lección en nuestro estudio del Antiguo Testamento titulado, Reino, Pactos y Canon del Antiguo Testamento. Como veremos en estas series, el Antiguo Testamento es un libro sobre el reino de Dios que está hecho por pactos divinos, que a su vez se explican y se aplican a las situaciones específicas a través de los libros del canon del Antiguo Testamento. Esta lección se titula, "El Reino de Dios", y en esta lección veremos que una comprensión apropiada de la teología de la Biblia del reino de Dios proporciona una de las más comprensivas y unificadas perspectivas que podemos tener del Antiguo Testamento.

En esta lección, analizaremos cuatro dimensiones de la enseñanza bíblica sobre el reino de Dios. Primero, veremos cómo las Escrituras hablan del reino de Dios en ambos sentidos, amplio y estricto. Segundo, veremos el reino de Dios durante el período primigenio, la fase más antigua de la historia de la tierra. Tercero, analizaremos el reino de Dios en el Antiguo Testamento en la historia nacional de Israel. Y cuarto, veremos cómo el reino de Dios aparece en el Nuevo Testamento. Mirando estos cuatro temas, obtendremos una perspectiva amplia y coherente de todo el Antiguo Testamento. Observemos primero la manera en que el Antiguo Testamento habla del reino de Dios en ambos sentidos, amplio y estricto.

AMPLIO Y ESTRICTO

Conforme avancemos en nuestra lección, ésta nos ayudará a explicar dos perspectivas que son totalmente esenciales para una comprensión apropiada del reino de Dios. Primero, veremos que en un sentido amplio, el Antiguo Testamento enseña que la soberanía de Dios está completa y es inmutable. Y segundo, veremos que en un sentido estricto, el reino de Dios se está desarrollando y está creciendo a lo largo de la historia. Consideremos primero la perspectiva más general en la soberanía absoluta e inmutable de Dios.

Inmutable

Si existe una enseñanza clara de la Biblia es ésta: Dios es el creador y sustentador de toda su creación; no hay ningún otro Dios creador. Y por esta razón, Dios ha tenido siempre y siempre tendrá poder majestuoso sobre toda su creación. En el Salmo 93 versículos 1 y 2, nosotros encontramos esta alabanza del Creador Real:

¡Jehová reina! ¡Se ha vestido de majestad! ¡Jehová se ha vestido, se ha ceñido de poder! Afirmó también el mundo y no será removido. Firme es tu trono desde siempre; tú eres eternamente. (Salmo 93:1-2)

Conforme a esto, la fe del Antiguo Testamento de Israel difirió grandemente de las religiones de sus vecinos. Las religiones vecinas normalmente enseñaban que muchos dioses competían por la soberanía, y que el poder de estos dioses disminuía y aumentaba según las circunstancias históricas. En algunos casos, los dioses subían o caían según los ciclos de las estaciones del año. En otros casos, los dioses subían o caían según las naciones favoritas experimentaban victorias o derrotas en la guerra.

Pero tales conceptos no eran parte de la fe bíblica. Yahvé, el Dios de Israel, era el único Creador, Sustentador y Gobernante de la creación entera, incluso de criaturas celestiales o los llamados-dioses. En este sentido, la majestad soberana de Dios es inmutable. Toda la creación siempre ha sido y siempre será Su reino.

Ahora, así de importante como es creer que en un sentido amplio, Dios ha gobernado siempre por encima de toda la creación, también debemos reconocer un segundo sentido estricto en el que la Biblia habla del reino de Dios como desarrollándose.

Desarrollando

En este sentido estricto, el reino de Dios se desarrolla, fluye y crece hasta el punto en que se extiende a todo el mundo. Y como veremos, cuando la Biblia habla de la majestad y reino de Dios, normalmente tiene este sentido histórico en mente. Una de las maneras más convenientes de ver esta perspectiva del reino de Dios está en las palabras de apertura de la oración del Señor.

En Mateo capítulo 6 versículos 9 y10 Jesús resumió la enseñanza de todo el Antiguo Testamento sobre el reino de Dios cuando les enseñó a sus discípulos a orar de esta manera,

Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (Mateo 6:9-10)

Ahora que ya sabemos que en un sentido más amplio Dios ha gobernado siempre sobre toda la creación, incluyendo todo lo que está en la tierra, estas palabras deben ponernos a pensar. ¿Qué quiso decir Jesús cuándo Él nos enseñó a orar, venga tu reino? ¿Cómo podría venir algo que ya está aquí?

Bien, en una palabra, Jesús se refirió al Antiguo Testamento enseñando que Dios tiene una majestuosidad histórica en vías de desarrollo. Él enseñó que el reino de Dios viene a la tierra y la transforma, para que el cielo se refleje en la tierra.

Note de nuevo cómo Jesús dijo en Mateo capítulo 6 versículos 9 y10. Usando la costumbre de poesía hebrea antigua, las palabras de Jesús sobre el reino consisten en tres líneas paralelas.

En primer lugar, Él pidió que el nombre de Dios sea guardado como santo. En una explicación de esto, Él dijo que el nombre de Dios se guardaría santo cuando el reino viniera. Y después para explicar lo que quería decir con la venida del reino, Jesús agregó que la venida del reino sería que se hiciera la voluntad de Dios en la tierra, como se hace en el cielo.

Jesús nos enseñó a orar que Dios traería Su reino a la tierra en tal magnitud que la tierra se volvería como el cielo, para que el nombre de Dios siempre se guardara santo en cualquier parte.

Ahora Jesús sabía que Dios ya controlaba toda la tierra, pero también sabía que el Antiguo Testamento prometió que Dios habría un día de redimir, renovar y perfeccionar la tierra para que se reflejaran las maravillas del cielo. Y fue en este sentido que Jesús pidió que el reino de Dios viniera a la tierra en sus días. Hasta donde Jesús sabía, se suponía que algo debía pasar, y que le pasaría a la tierra. Se suponía que Dios extendería Su reino celestial para que se hiciera su voluntad tanto aquí como allá.

Para poder entender cómo la voluntad de Dios pudiera hacerse en la tierra como se hace en el cielo, nosotros veremos el retrato del reino celestial de Dios encontrado en Daniel capítulo 7. En Daniel capítulo 7 versículos 9 al 10 leemos estas palabras:

Estuve mirando hasta que fueron puestos unos tronos y se sentó un Anciano de días. Su vestido era blanco como la nieve; el pelo de su cabeza, como lana limpia; su trono, llama de fuego, y fuego ardiente las ruedas del mismo. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; miles de miles lo servían, y millones de millones estaban delante de él. El Juez se sentó y los libros fueron abiertos. (Daniel 7:9-10)

Esta descripción del cielo no es rara. Es el tipo de escena que encontramos cada vez que las Escrituras hablan del trono celestial de Dios. Pero hay por lo menos dos dimensiones de este cuadro del reino celestial de Dios que debemos remarcar.

Por un lado, mientras Dios reina en el cielo, se revela a sí mismo a sus criaturas en su presencia gloriosa especial. Mientras las Escrituras enseñan, Dios es omnipresente; Él está en todas partes-pero en su omnipresencia Él es invisible. En el trono del cielo, sin embargo, Dios se sienta en su trono y lleva vestidos blancos radiantes, con pelo blanco como la lana. Su trono está ardiendo en llamas y fuego consumado fluye de su trono. La presencia especial de Dios en su trono es irresistible; Él aparece como el todo-glorioso; su esplendor deslumbrante inunda el cielo.

Ahora compare la gloria de Dios en el trono celestial, con la gloria de Dios en la tierra. Lo mejor que vemos en la tierra, es una pálido reflejo de su irresistible esplendor celestial. Sí, nosotros vemos la gloria de Dios reflejada en las maravillas de la creación, pero esto no es nada comparado con la gloria de Dios en el cielo. Así que, cuando Jesús oró para que el reino de Dios venga a la tierra como en el cielo, un aspecto de lo que Él tenía en mente era que el brillo irresistible de la presencia especial de Dios llenaría la tierra como el cielo.

Esto es lo que el apóstol Juan tenía en mente cuando describió la Nueva Jerusalén que vendría del cielo a la tierra cuando Cristo vuelva. En Apocalipsis capítulo 21 versículo 23, nosotros leemos estas palabras:

La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera. (Apocalipsis 21:23)

Así que, cuando Jesús nos enseñó a orar para que el reino de Dios sea manifestado en la tierra como en el cielo, parte de lo que quiso decir era que nosotros debemos pedirle a Dios que venga a la tierra en su real esplendor glorioso.

Por otra parte, también debemos ver que la brillante, presencia gloriosa de Dios causa ciertos efectos en el trono celestial. Tal como lo leemos en Daniel capítulo 7 versículo 10,

Un río de fuego procedía y salía de delante de él; miles de miles lo servían, y millones de millones estaban delante de él. El Juez se sentó y los libros fueron abiertos. (Daniel 7:10)

El efecto de la presencia gloriosa de Dios es un segundo resultado del reino celestial de Dios que viene a la tierra. En la tierra, es fácil rebelarse contra Dios en este momento. De hecho, la mayoría de las criaturas aquí lo hacen. Los enemigos de Dios, tanto espirituales como humanos, se oponen a Su reino. Pero un día, cuando Cristo vuelva y la presencia gloriosa especial de Dios venga a la nueva tierra, todas las criaturas de la tierra serán destruidas o harán la voluntad de Dios aquí, como se hace ahora en el cielo. Por eso el apóstol Pablo podía decir lo que dijo en Filipenses capítulo 2 versículo 10, que;

Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra. (Filipenses 2:10)

Así que, vemos que Jesús presentó el reino de Dios como una realidad terrenal histórica en desarrollo. Él anheló el día cuando la gloria de Dios sería tan evidente en su presencia especial en la tierra, que la voluntad de Dios se haría tan extensa en la tierra como en el cielo. Y Él nos enseñó a compartir esa visión del futuro con Él.

Ahora que hemos distinguido el reino de Dios en un sentido amplio y en un sentido estricto, estamos en posición de ver cómo el Antiguo Testamento encuentra su unificación rastreando el desarrollo del reino de Dios en la tierra. A estas alturas, veremos el reino de Dios en Génesis capítulo 1 versículos 1 al capítulo11 versículo 9, al que a menudo nos referimos como la historia primigenia.

HISTORIA PRIMIGENIA

Conforme investigamos la historia primigenia, nosotros veremos tres cuestiones: primero, cómo esta parte de la Biblia define el lugar del reino de Dios en la tierra; segundo, cómo identifica al pueblo del reino de Dios; y tercero, cómo describe el progreso desde sus inicios, del reino terrenal de Dios. Veamos primero cómo la historia primigenia establece el lugar del reino de Dios.

Lugar

Los primeros capítulos de Génesis explican cómo Dios empezó a establecer la tierra como el lugar de Su reino. Veremos en dos pasos cómo esta dimensión geográfica del reino glorioso de Dios es revelada. Primero, veremos que desde el principio Dios preparó la tierra para Su reino venidero. Y segundo, veremos cómo Dios planeó comenzar Su reino en un lugar céntrico, para después extender sus límites geográficos hasta alcanzar el mundo entero. Empecemos por ver la manera en que Dios preparó el mundo inicialmente para la edificación de Su reino.

Preparativos Iniciales

Génesis capítulo 1 enfoca la manera en que Dios preparó al mundo desde el principio para que fuera Su reino. El título de este capítulo se encuentra en Génesis capítulo 1versículo 1:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. (Génesis 1:1)

Después de este título, Génesis capítulo 1 versículo 2 al capítulo 2 versículo 3 muestran que Dios comenzó formando la tierra en un lugar para Su reino glorioso en una estructura triple. Primero, la historia de la creación empieza en Génesis capítulo 1versículo 2 con el mundo en caos y Dios haciendo los preparativos para tomar acción en contra de ese caos. Escuchen la manera en la que se describe la tierra en este versículo:

La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. (Génesis 1:2)

Se dicen dos cosas importantes en este versículo. Por un lado, la tierra estaba desordenada y vacía, cubierta con tinieblas y en un caos profundo. A estas alturas, la tierra no era un lugar agradable para habitar; no era ideal. Los términos desordenada y vacía, se usan en otra parte en el Antiguo Testamento para referirse a lugares salvajes y desérticos en la tierra, lugares que son inhabitables por seres humanos. Y además de esto, las tinieblas y el abismo, tienen connotaciones muy negativas a lo largo de las Escrituras. En el principio, la tierra era hostil y estaba desprovista de vida. Pero por otro lado, el versículo 2 también nos dice otro hecho esencial sobre los inicios de la historia de la tierra: el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. El Dios de luz y vida no estaba satisfecho para dejar la tierra en su condición caótica inicial. Él estaba listo para actuar contra la oscura, creación sin vida.

La segunda parte de la creación, es el proceso de seis días en Génesis capítulo 1 versículos 3 al 31. Estos versículos explican cómo Dios hizo los ajustes necesarios para que Su reino pueda venir a la tierra. Muchos intérpretes han señalado que estos seis días nos enseñan un modelo en el que se despliega la sabiduría y propósitos de Dios de la manera en que Él formó su creación.

En los primeros tres días, Dios trató con el hecho de que el mundo estaba desordenado. En los siguientes tres días, Él trató con el hecho de que el mundo estaba vacío. Es más, las acciones de Dios en estas dos etapas de tres días, van a la par de alguna manera notablemente. En el día uno, Dios formó el día y limitó la oscuridad a la noche. Y correspondientemente, en el día cuatro, Él puso el sol, la luna y las estrellas en el cielo para mantener este orden. En el día dos, Dios formó la atmósfera; separando las aguas de abajo, de las aguas en el cielo. Entonces en el día cinco, Dios formó las aves para llenar el espacio entre las aguas, y formó las criaturas del mar para llenar las aguas de abajo. En el tercer día Dios agrupó las aguas profundas de abajo formando tierra exuberante y fértil. Y en el sexto día, Dios creó a los animales de la tierra y a la humanidad para llenar la tierra. Dios desplegó insuperable sabiduría y poder cuando Él habló y transformó el mundo de caos en un lugar maravillosamente ordenado.

Ahora, nosotros debemos poner especial atención a un repetido tema, en los versículos 3 al 31. Específicamente, Génesis capítulo 1 nos dice que cuando Dios miraba Su creación, Él vio que era bueno. Y en el versículo 31, nosotros vemos eso en el sexto día, Él vio que todo lo que había hecho, era bueno en gran manera.

Ahora, cuando la Biblia dice que la creación era buena, significa en parte, que Dios aprobó su trabajo en un sentido moral porque Él había solucionado la situación caótica significativamente, la oscuridad y el abismo, y porque había traído orden al mundo. Pero la palabra que es traducida como bueno, tov en hebreo también significa más que eso. Aquí y en otros lugares en el Antiguo Testamento, denota también agradable, agradando, e incluso precioso. En seis días, Dios cambió el mundo para que reflejara su propia voluntad y deseos, haciéndolo un lugar precioso que le encantó.

Por eso la tercer parte de la creación en capítulo 2 versículos 1 al 3 habla del día Sabático. Al principio de Génesis capítulo 1 Dios no estaba satisfecho con la creación. Pero en Génesis capítulo 2 versículos 1 al 3 Dios se regocijó en lo que Él había hecho.

De hecho, Dios estaba tan contento con los preparativos iniciales de la tierra que descansó de este trabajo y santificó el día séptimo o Sabático. En una palabra, Dios estaba satisfecho de que sus preparativos iniciales pusieron a la tierra en dirección hacia el tipo de lugar que Él quería que fuera.

Como hemos visto, Dios preparó la tierra inicialmente como un lugar que le agradó, pero también debemos notar que los grandes propósitos de Dios para la tierra requerían un desarrollo continuo.

Desarrollo Continuo

A pesar de todo el trabajo que Dios había hecho en la primera semana de la creación, Él no había convertido al mundo entero en un paraíso maravilloso. Génesis capítulo 2 atrae la atención al hecho que mientras el mundo entero se había ordenado hasta cierto grado, había realmente sólo un lugar en la tierra que podría llamarse un paraíso. Escuchen la manera en que Génesis capítulo 2 versículos 8 y 9 describe este lugar.

Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. E hizo Jehová Dios nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. (Génesis 2:8-9)

Piénselo de esta manera. Dios manejó la tierra entera del mismo modo que los artistas frecuentemente hacen diseños con el lápiz en su lienzo antes de pintar. Él no pintó el cuadro entero de la tierra inmediatamente; estableció un orden y orientación básicos de la manera que Él quería que fuera el mundo. Pero la pintura no estaba completa.

Aun así, Dios pintó una porción de la tierra con colores magníficos y la adornó como el centro de su creación. La región de la tierra se llamó Edén, que quiere decir en hebreo agradable o agradando, y esa región era el deleite especial de Dios. El centro de Edén, en aquél entonces, era un jardín, un lugar maravillosamente precioso, un oasis espectacular, un magnífico jardín paradisíaco digno de un rey. Y así fue que, aunque Dios era omnipresente en su creación e invisiblemente presente en todas partes, Él escogió la tierra de Edén, y sobre todo el Jardín que estaba dentro de Edén, como el lugar para su presencia especial, visible. Aquí fue donde Dios se desplegó gloriosamente en la tierra.

Pero este jardín y esta tierra eran sólo una porción pequeña de la tierra. El resto del mundo había sido ordenado hasta cierto punto, pero todavía le faltaba mucho más.

Ahora que hemos visto cómo Dios preparó inicialmente la tierra como el lugar para gobernar, con Edén y su jardín santo como su precioso y deleitable centro, debemos pasar a nuestro segundo punto en el período primigenio: el pueblo del reino de Dios. En este momento, Dios ordenó a la raza humana como sus siervos del reino, los instrumentos con los que Él completaría sus preparativos para que la tierra se convierta en Su reino.

El papel especial que juega la humanidad se vuelve claro a través de los comentarios de Dios acerca del hombre que puso en el Jardín de Edén.

Pueblo

Aun cuando todo en su orden inicial para la creación había sido bueno-incluso muy bueno-en Génesis capítulo 2 versículo 18 nosotros leemos estas palabras,

Después dijo Jehová Dios: "No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él". (Génesis 2:18)

Dios, quien había juzgado que lo que había hecho en la creación era bueno, había encontrado algo en su santo Jardín especial, que no era bueno: Adán no tenía esposa. Pero ¿por qué esto no era bueno? En una palabra, Dios había creado la raza humana para un trabajo que era demasiado grande para que una sola criatura lo lograra por sí misma.

Podemos ver por qué esta tarea era demasiado grande para un solo hombre, si notamos que el rol de la humanidad se describe de dos maneras. Dios hizo a Adán y a Eva para que le sirvieran como sacerdotes y como sus virreyes o representantes reales.

Sacerdotes

En primer lugar, a Adán y Eva se les dio el trabajo de sacerdocio. Ellos fueron llamados para ministrar y honrar a Dios con actos de adoración. Ya hemos visto que esto es lo que hacen las criaturas en el trono celestial; y también era lo que Adán y Eva debían hacer en la tierra. En Génesis capítulo 2 versículo 15 leemos estas palabras,

Tomó, pues, Jehová Dios al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo cuidara. (Génesis 2:15)

A primera vista, podríamos pensar que Dios puso a Adán y a Eva simplemente para que fueran jardineros, pero ellos eran mucho más que esto. De hecho, la expresión lo labrara y lo cuidara es un tanto inusual y tenía un significado especial para Moisés y los Israelitas quienes leyeron antes esta historia.

Por ejemplo, en Números capítulo 3 versículo 8 se usan expresiones similares para describir el trabajo de los sacerdotes o Levitas en el tabernáculo de Dios. Allí leemos:

Cuidarán de todos los utensilios del Tabernáculo de reunión, y de todo lo encargado a ellos por los hijos de Israel, ministrando en el servicio del Tabernáculo. (Números 3:8)

El rol de Adán y de Eva en el jardín se ha descrito de manera que refleja esta descripción técnica del rol de los Levitas en su servicio sacerdotal a Dios.

Adán y Eva fueron puestos en el jardín santo de Dios, el lugar de la presencia especial del Rey divino en la tierra, tal como lo era el tabernáculo en los días de Moisés. Y ellos desempeñaron un trabajo sacerdotal en servicio de adoración al gran Rey embelleciendo y manteniendo su jardín santo. Adán y Eva sirvieron a Dios como sacerdotes al trabajar en su morada santa.

En segundo lugar, Adán y Eva también fueron ordenados como realeza, como los virreyes de Dios. En efecto, ellos eran sacerdotes reales.

Virreyes

Encontramos esta descripción de Adán y Eva en Génesis capítulo 1 versículo 26 donde leemos estas palabras.

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra. (Génesis 1:26)

Ahora, todos sabemos que éste y otros pasajes llaman a los seres humanos la imagen o semejanza de Dios. En el pasado, los teólogos pensaban comúnmente que esto significaba que los seres humanos eran criaturas racionales y morales. Pero éste no es el enfoque de Génesis capítulo 1.

Para entender la importancia de ser a la imagen de Dios, nos ayudará saber que en el antiguo mundo del Antiguo Testamento, era común para los reyes y emperadores dentro y alrededor de Israel el ser llamados imágenes, semejanzas e incluso los hijos de los dioses. Los reyes y emperadores recibían estos títulos porque en tiempos del Antiguo Testamento, las personas creían que las figuras reales tenían un papel muy especial en el mundo, que los distinguía de los seres humanos ordinarios. Se pensaba que los reyes estaban entre el cielo y la tierra. Y se creía que los reyes y emperadores tenían la tarea especial de aprender la voluntad o sabiduría de los dioses en el cielo, y entonces usar su poder real para dar fuerza a esa voluntad celestial aquí en la tierra. Para usar el lenguaje de Jesús de la oración del Señor, los reyes debían aprender la voluntad de Dios en el cielo y traer esa voluntad a la tierra.

Ahora, nosotros podemos ver que Moisés era radical porque declaró que todos los seres humanos-no sólo los reyes y emperadores-eran hechos a la imagen de Dios. Según el Antiguo Testamento, todos los seres humanos fueron creados para ser los virreyes de Dios, gobernar sobre la tierra en el nombre de Dios y asegurarse de que su voluntad se haga aquí, tal como los emperadores antiguos pensaban en gobernar en el nombre de sus dioses.

Toda esta cuestión de ser a imagen en la realeza, explica por qué Dios describió el rol de la humanidad como lo hizo en Génesis capítulo 1 versículos 27 y 28. Escuche lo que Moisés escribió en estos versículos.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Los bendijo Dios y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1:27-28)

Nosotros podemos resumir este rol real de la imagen de Dios de esta manera: Como hemos visto, Dios estableció una medida de orden y belleza en la creación, y puso a la humanidad en su maravilloso jardín santo para que le sirvieran como sacerdotes. Pero Dios también llamó a su imagen real para multiplicarse numéricamente y llenar no sólo el jardín de Edén sino la tierra entera. Y Él les ordenó tener dominio, no sólo sobre el jardín de Edén, sino también sobre la tierra entera.

El gran Rey del cielo ordenó a la humanidad como el instrumento para la expansión del reino. Los seres humanos debían multiplicarse, extenderse por todas partes y convertir la tierra entera en el jardín de Dios para que ellos pudieran traer la voluntad de Dios a la tierra y servirlo como sacerdotes por todo el mundo. Extender el reino de Dios por todo el mundo fue el propósito principal para el que Dios puso a los seres humanos en la tierra.

Ahora que hemos visto cómo Dios estableció un lugar y unas personas para Su reino en el principio, nosotros debemos analizar el progreso del reino de Dios aquí en la tierra desde sus inicios.

Progreso

Resumiremos el registro que Moisés hace sobre estos tiempos de tres maneras. En primer lugar, hablaremos de la traición cósmica que tuvo lugar contra el gran Rey. Segundo, veremos cómo la corrupción de la humanidad ha aumentado a niveles inimaginables, y se enjuiciará severamente. Pero en tercer lugar, nosotros encontraremos que Dios reveló una estrategia a largo plazo para cumplir sus propósitos del reino en la tierra a pesar de los fracasos de la humanidad. Veamos primero la traición que ocurrió en la tierra.

Traición Cósmica

En lugar de traer la voluntad de Dios a la tierra entera, Adán y Eva cayeron ante la tentación de Satanás y se rebelaron contra su Rey divino comiendo la fruta prohibida. Como resultado, en lugar de extender la belleza de Edén a los extremos de la tierra, ellos fueron expulsados de Edén y fueron condenados a vivir bajo una maldición.

Aun así, el papel de la humanidad como constructores del reino no desapareció completamente. Adán y Eva todavía debían adorar a Dios; aun debían multiplicarse y tener dominio. Aun así, debido a su rebelión, ellos y la tierra estaban bajo maldición para que el multiplicarse y el dominio fueran difíciles, frustrantes y dolorosos.

Acerca de multiplicarse, Dios dijo estas palabras a Eva en Génesis capítulo 3 versículo 16,

A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus embarazos, con dolor darás a luz los hijos, tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti. (Génesis 3:16)

Y Dios instruyó a Adán con respecto al dominio de esta manera en Génesis capítulo 3 versículo 17,

Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer y comiste del árbol de que te mandé diciendo: "No comerás de él", maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. (Génesis 3:17)

En lugar de cumplir su tarea como imagen de Dios con relativa facilidad e interminable honor, la humanidad fue obligada a morar en un mundo hostil, y para experimentar dolor y futileza viviendo como imagen de Dios.

En segundo lugar, durante el período primigenio, la humanidad siguió continuamente un camino de corrupción que eventualmente será llevado al juicio severo de Dios.

Corrupción y Juicio

Antes de que la raza humana cayera en pecado, los hijos que nacieran habrían sido más imágenes virreyes, fieles y sacerdotes. Pero cuando Adán y Eva pecaron, ya no era verdad que todos sus descendientes serían fieles a Dios. De hecho, por su naturaleza caída, ninguno de ellos incluso podría ser fiel sin la redención de Dios del poder del pecado.

Tristemente, la inmensa mayoría de la raza humana continuó rebelándose contra Dios. El primer hijo de Adán y Eva, Caín, asesinó a su hermano Abel. Y como la genealogía de Caín en Génesis capítulo 4 nos dice, conforme la familia de Caín creció y tomó dominio sobre la tierra, su rebelión empeoró. En lugar de construir una cultura humana como sacerdotes reales de Dios, rindiéndole culto a Dios y extendiendo Su voluntad sobre la tierra, los descendientes de Caín se exaltaron y construyeron culturas que se opusieron al reino de Dios. De hecho, conforme pasó el tiempo, los seres humanos se volvieron tan viles que Dios decidió destruir a la humanidad. Como leemos en Génesis capítulo 6versículos 5 al 7,

Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo el mal; y se arrepintió Jehová de haber hecho al hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Por eso dijo Jehová: Borraré de la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo, pues me arrepiento de haberlos hecho. (Génesis 6:5-7)

En tercer lugar, sin embargo, la historia primigenia nos dice que Dios diseñó una estrategia a largo plazo para extender Su reino por todo el mundo.

Estrategia a Largo Plazo

En efecto, con la corrupción de la raza humana, Dios determinó redimir a un grupo selecto de seres humanos del dominio del pecado, y construir Su reino a través de ellos. Dios mostró misericordia salvadora a estas imágenes para que pudieran cumplir con su voluntad.

La primera pista de esta estrategia a largo plazo se introdujo inmediatamente después de que Adán y Eva pecaron en Génesis capítulo 3 versículo 15. Allí Dios maldijo a la serpiente que había provocado al pecado de Adán y Eva, diciendo estas palabras,

Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón. (Génesis 3:15)

En esencia, Dios prometió que aunque Satanás y aquellos seres humanos que lo siguieron continuarían perturbando la semilla de Eva, finalmente sus verdaderos descendientes, la humanidad redimida, aplastarían la cabeza de la serpiente y conquistarían a aquel que los había llevado a la traición cósmica. Por eso Pablo aseguró a los cristianos Romanos en Romanos capítulo 16 versículo 20

Y el Dios de paz aplastará muy pronto a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. (Romanos 16:20)

Esta esperanza de redención ha continuado desde el tiempo de Adán y Eva hasta nuestros días. En contraste con la línea de Caín que se volvió cada vez más corrupta, un tercer hijo, Set nació para reemplazar al fiel Abel. Como dice la genealogía de Génesis capítulo 5, Set y sus descendientes honraron a Dios con sus vidas, ya que buscaron traer Su voluntad a la tierra. E incluso cuando las cosas se pusieron tan mal en la tierra, que Dios destruyó a la humanidad con un diluvio mundial, había un descendiente de Set que era fiel y encontró el favor a los ojos de Dios: Noé. Y Dios rescató a Noé y a su familia aunque el diluvio exterminó al resto de la humanidad.

Ahora, casi al final de la historia primigenia en Génesis capítulo 8 versículos 21 y 22 Dios preparó una estrategia compleja a largo plazo, por la cual sus imágenes redimidas cumplirían Sus propósitos como la imagen de Dios. Allí nosotros leemos,

Al percibir Jehová olor grato, dijo en su corazón: No volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque el corazón del hombre se inclina al mal desde su juventud; ni volveré a destruir todo ser viviente, como he hecho. Mientras la tierra permanezca no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche. (Génesis 8:21-22)

Note la motivación de Dios. Él reconoció que aun los seres humanos redimidos son pecadores y débiles. Él observó que el pecado continuaría descargando estragos sobre Su imagen caída. Así que, el Rey de los cielos adaptó su creación para que se mantuviera una estabilidad a largo plazo para la raza humana. La razón de esta estabilidad se ve claramente en Génesis capítulo 9 versículo 1,

Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad, multiplicaos y llenad la tierra. (Génesis 9:1)

En una palabra, Dios puso estabilidad en la naturaleza y descartó la amenaza de un diluvio mundial para que sus imágenes redimidas pudieran cumplir la tarea original de la humanidad.

Dios sabía lo que el resto de las Escrituras nos dice claramente. El camino hacia la extensión de Su reino no sería recto e in-interrumpido. Él sabía que Su propio pueblo tropezaría y se caería, y sabía que la oposición a sus siervos del reino subiría y caería. Así que estableció un nuevo orden de estabilidad a largo plazo en la naturaleza, para que un día en un futuro distante, Sus imágenes redimidas y fieles pudieran cumplir el trabajo de extender Su reino a lo largo de este mundo caído.

Así es que el reino histórico de Dios comenzó en Edén y debía ser extendido por toda la tierra, por medio de las imágenes sacerdotales y reales de Dios, la raza humana. A pesar de las complejidades introducidas por el pecado, Dios inventó una estrategia histórica a largo plazo para redimir algunas de sus imágenes, para que ellos pudieran traer Su reino a la tierra como en el cielo. Estos contornos básicos de la historia primigenia marcaron el camino para el resto de la historia bíblica.

Ahora que hemos visto cómo el reino de Dios empezó durante los años más remotos de la historia de la tierra, nosotros estamos listos para pasar a la próxima y más grande fase histórica que cubre la inmensa mayoría del Antiguo Testamento: el tiempo en el que Dios trató especialmente con Israel como su pueblo escogido. Desde la perspectiva del Antiguo Testamento, la historia de la nación antigua de Israel representó un paso mayor para que el reino de Dios venga a la tierra como en el cielo.

HISTORIA NACIÓN DE ISRAEL

Para ver cómo el reino de Dios se desarrolló en el Israel antiguo, veremos otra vez tres temas. Primero, analizaremos el lugar del reino durante esta fase de la historia. Segundo, veremos al pueblo del reino. Y tercero, examinaremos el progreso del reino durante este período. Veamos primero, entonces, la situación del reino de Dios en la nación de Israel.

Lugar

Una de las mejores maneras de empezar nuestra discusión sobre la ubicación del reino en este período es con el gran patriarca de Israel, Abraham. Porque Abraham era el padre de Israel, los tratos de Dios con Abraham marcaron el curso para todo lo que Dios haría a través de Israel.

En Génesis capítulo 12 versículos 1 al 3 leemos cómo Dios primero llamó a Abraham a ser su siervo especial con estas palabras:

Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. (Génesis 12:1-3)

Observe lo que dijo Dios en el versículo 1: Él llamó a Abraham para dejar su patria en Mesopotamia y emigrar a una tierra que Abraham no había visto todavía.

Ahora, conforme Génesis capítulo 12 continua, descubrimos que Dios llevó a Abraham de Ur en Mesopotamia del sur a Harán en Mesopotamia del norte, y después de Harán a la tierra de Canaán que ahora nosotros llamamos la Tierra Santa. Y cuando Abraham llegó a Canaán, Dios confirmó que los descendientes de Abraham recibirían esta porción geográfica como su patria. Y como es claro en el resto del Antiguo Testamento, la tierra prometida de Abraham se volvió el centro geográfico para las actividades de Dios en el mundo a partir de este tiempo.

El llamado de Abraham a la tierra prometida nos ayuda a entender el lugar del reino de Dios de por lo menos dos maneras. Primero, veremos que Dios llamó a Abraham y a Israel para servirlo, al centro original de Su reino. Segundo, veremos que Dios llamó a Israel para extender Su reino más allá de ese centro original.

Primero veamos la idea de que Dios llamó a Abraham y sus descendientes para servirlo a ese centro original de Su reino.

Centro Original

Como hemos visto, el centro original del reino terrenal de Dios era Edén. Desgraciadamente, muchos intérpretes han creído erróneamente que Edén estaba en Mesopotamia. Por lo que, ellos también creen equivocadamente que Abraham de hecho dejó el Jardín de Edén para irse a Canaán. Pero las Escrituras muestran una fuerte conexión entre la tierra prometida de Abraham y la tierra de Edén. En realidad, Dios llamó a Abraham para que regresara al Jardín de Edén, no para que se fuera de él.

Escuchen la manera en que Dios describió los límites de Edén en Génesis capítulo 2 versículos 10 al 14.

Salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. El primero se llama Pisón; es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro. El oro de aquella tierra es bueno; y hay allí también bedelio y ónice. El segundo río se llama Gihón; es el que rodea toda la tierra de Cus. El tercer río se llama Hidekel; es el que va al oriente de Asiria. El cuarto río es el Éufrates. (Génesis 2:10-14)

Cuatro ríos formaron los límites de Edén: el Pisón y Gihón que están asociados con las tierras al suroeste en el área de Egipto Nororiental y el Tigris y Éufrates al noreste de Canaán. Estas referencias geográficas son importantes para nosotros porque la tierra prometida tenía límites similares. En Génesis capítulo 15 versículo 18 leemos estas palabras.

Aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates. (Génesis 15:18)

Ahora, la mayoría de los intérpretes está de acuerdo en que el río de Egipto no es el Nilo, sino uno de los ríos más pequeños en Egipto Nororiental. Pero cualquiera que sea el caso, nosotros podemos ver que Dios prometió tierra a Abraham que estaba marcada por el Éufrates en el noreste y Egipto en el suroeste. Y como hemos visto, los límites geográficos de la tierra prometida reflejan los límites de Edén. Aunque algunas preguntas permanecen sobre qué tan estrechamente debemos relacionar Canaán con Edén, está por lo menos claro que cuando Dios llamó a Abraham para ir a Canaán, Él lo llamó para que regresara al área donde Adán y Eva sirvieron primero a Dios. Para que, así como Edén se había establecido en el principio como el centro de la presencia de Dios en la tierra, después de los fracasos de la historia primigenia, Dios llamó a su siervo especial Abraham para que regresara al centro geográfico, para empezar a reconstruir el reino.

Una segunda evidencia de la conexión entre la tierra prometida y Edén es que Dios le dio esta tierra a Israel en el Antiguo Testamento, no como un lugar para establecerse y no moverse más, sino como una tierra en dónde comenzar para extender Su reino a los confines de la tierra. La tierra prometida no era la última meta geográfica para Abraham e Israel-era demasiado pequeña para el reino de Dios en la tierra.

Extensión

Escuche de nuevo como dice Génesis capítulo 12 versículo 3.

Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. (Génesis 12:3)

A través de un proceso de bendición y maldición a las naciones en respuesta a su reacción hacia Abraham y sus descendientes, se bendecirían todas las gentes de la tierra en el futuro. Esta promesa no se refiere simplemente a cómo la fe de Abraham-y ahora la fe cristiana-se extendería a diferentes tribus y grupos de idiomas, aunque éste es un aspecto de la promesa. Este versículo también se refiere a la geografía. La bendición de Abraham alcanzará a todas las familias a lo largo de la tierra.

Por eso el apóstol Pablo resumió la promesa de Dios a Abraham de esta manera en Romanos capítulo 4 versículo 13

La promesa de que sería heredero del mundo, fue dada a Abraham o a su descendencia no por la Ley sino por la justicia de la fe. (Romanos 4:13)

Dios no le prometió a Abraham solo un pequeño pedazo de tierra como herencia; Le prometió el mundo. Canaán era solo el enganche de esta herencia completa, el mundo entero.

La expansión del reino de Dios más allá de las fronteras originales de la tierra prometida tuvo lugar a pequeña escala en diferentes tiempos en el Antiguo Testamento. Desde los días de Moisés, dos tribus y media ocuparon tierras al este del Jordán. Y durante los reinos de varios Reyes, las fronteras de Israel se extendieron hacia el norte, hacia el este y hacia el sur. Así es que durante el tiempo de Israel en el Antiguo Testamento, el centro del reino de Dios era la tierra de Canaán, pero incluso entonces el reino de Dios estaba empezando a extenderse a toda la tierra.

Teniendo la ubicación del reino en los días de Israel en el Antiguo Testamento en mente, nosotros debemos enfocar nuestra atención al pueblo del reino. La historia del pueblo de Dios durante este tiempo es muy compleja, por lo que tendremos que limitarnos a solo algunos puntos importantes. No obstante, nosotros aun podremos ver el cuadro completo del papel de Israel en el reino de Dios, y cómo alinea con los propósitos originales de Dios para la humanidad.

Pueblo

Veremos tres puntos: primero, la selección de Israel como un pueblo especial para el reino; segundo, la formación de ese pueblo como un reino de sacerdotes; y tercero, la designación de sacerdotes oficiales y Reyes para guiar al pueblo del reino.

En primer lugar, consideremos la selección de Israel como el pueblo especial de Dios. Debemos recordar que durante la historia primigenia, con la introducción del pecado en el mundo, Dios escogió a una sola familia de toda la raza humana que debía servir como su imagen especial en el mundo.

Selección de Israel

Primero vemos el modelo de una sola familia especial en Génesis capítulo 5, donde Set el hijo de Adán se convirtió en el padre de una línea de rectitud de la humanidad. Después, Dios protegió a la familia de Set a través de su descendiente Noé. También recordará que Noé tenía tres hijos: Sem, Cam y Jafet, pero sólo Sem fue especialmente escogido como imagen o hijo de Dios. De los descendientes de Sem, un hombre fue escogido para continuar este papel especial, Abraham. Después, el milagro de Isaac el hijo de Abraham continuó esta línea escogida. Y después Jacob el hijo de Isaac, también conocido como Israel, fue la imagen especial favorecida por Dios. Y finalmente, Jacob tuvo doce hijos, José y sus hermanos, y estos doce hijos fueron los padres de las doce tribus de la nación de Israel. Estas doce tribus fueron amadas especialmente por Dios y les fue dado el título especial de ser llamados el pueblo de Dios, a los que Dios amó como a su primogénito. De todas las naciones de la humanidad, las tribus de Israel fueron el pueblo especial del reino de Dios.

Reino de Sacerdotes

En segundo lugar, cuando Dios escogió las tribus de Israel, Él las hizo un reino de sacerdotes para cumplir los papeles de sacerdotes y Reyes originales dados a Adán y Eva.

Dios declaró en términos certeros que Israel debía cumplir este papel muy especial de construir Su reino en Éxodo capítulo 19 versículos 4 al 6. Allí el Señor declaró estas palabras cuando Israel acampó al pie del Monte Sinaí:

Vosotros visteis lo que hice con los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. (Éxodo 19:4-6)

Note lo que dijo Dios sobre las doce tribus de Israel. Israel debía ser un reino de sacerdotes, una nación santa. Como hemos visto, ellos debían ser santos, es decir, especiales, separados, distinguidos de todas las demás personas. Pero particularmente, ellos debían ser un reino de sacerdotes, o un reino sacerdotal.

Esta designación de Israel como un reino de sacerdotes muestra que Israel continuó cumpliendo con el doble papel que Adán y Eva tenían en el principio. Usted recordará que Adán y Eva fueron llamados para servir como sacerdotes reales de Dios. Aquí vemos que también las tribus de Israel fueron llamadas para ser sacerdotes imperiales de Dios.

En tercer lugar, aunque Israel tenía el privilegio de ser en conjunto un sacerdocio real para el reino de Dios, también debemos notar que cuando ellos se convirtieron en una nación fuerte, a algunos Israelitas se les dio el oficio especial de sacerdotes y Reyes.

Sacerdotes y Reyes

En un sentido amplio la nación entera de Israel se hizo santa al ser el reino especial de sacerdotes de Dios. Pero eventualmente, Dios seleccionó a ciertas personas y familias dentro de Israel para ser sus imágenes muy especiales sirviendo en los oficios de sacerdotes y Reyes, para guiar a la nación en su servicio santo a Dios.

Como nos dice el libro de Éxodo, Aarón y sus descendientes debían servir a Dios como Sus sacerdotes. Principalmente ellos llevaron a la nación a la presencia especial de Dios en el Tabernáculo y en el Templo, ofreciendo culto, sacrificio y alabanza. Y después, David y sus descendientes fueron elegidos para servir como Reyes del pueblo de Dios. Ellos ejercieron como los siervos especiales de Dios en las dimensiones más políticas de la nación. Ahora que hemos visto el lugar y el pueblo del reino en Israel en el Antiguo Testamento, debemos tomar unos momentos para describir el progreso del reino durante este tiempo.

Progreso

Tristemente, la historia de Israel se parece bastante al período primigenio. Es una mezcla de logros muy positivos y fracasos abismales. El reino de Dios hizo adelantos, pero debido a la maldad humana, estos adelantos quedaron lejos de la meta final; ellos no extendieron el reino de Dios a los confines de la tierra.

Este período de historia bíblica es largo y complejo, por lo que nosotros sólo podemos mencionar algunos puntos sobresalientes. Hablaremos de tres fases en el progreso del reino durante este período: primero, la fase de promesa; segundo, el éxodo y conquista; y tercero, el período de Israel como un imperio. En primer lugar, podemos hablar de un período de promesa.

Promesa

Nosotros tenemos en mente aquí el período de los patriarcas de Israel. Durante los días de Abraham, Isaac, Jacob y las doce cabezas de las tribus de Israel, Dios hizo muchas promesas sobre el futuro de Israel. Principalmente, estas promesas se dividen en dos categorías: primero, promesas de multiplicación; y segundo, promesas de dominio. Así como Dios llamó Adán y Eva para multiplicar imágenes de Dios, Dios prometió a Abraham que sus descendientes se multiplicarían innumerablemente. Escuche la gran promesa de Dios a Abraham en Génesis capítulo 15 versículo 5:

Entonces lo llevó fuera y le dijo: Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si es que las puedes contar. Y añadió: Así será tu descendencia. (Génesis 15:5)

Como hemos visto, Abraham y sus descendientes fueron escogidos para guiar a la humanidad llevando a cabo su papel como imágenes de Dios. Esto debía suceder, en parte, a través de la multiplicación de una semilla santa, para que los seres humanos redimidos fueran tan innumerables como las estrellas.

Por eso se pone tanta tensión en el nacimiento de Isaac, el niño del milagro de Abraham a través de Sara. Y también por eso la historia bíblica se enfoca tanto en Jacob el hijo de Isaac y en los doce hijos de Jacob. El pueblo de Dios ya se estaba multiplicando en el Antiguo Testamento, incluso en este período inicial de promesa. Y por eso la multiplicación de imágenes redimidas de Dios en la nación de Israel es un tema central a lo largo del Antiguo Testamento.

Más allá de esto, las historias bíblicas sobre los patriarcas se enfocan también en la promesa del dominio. Dios, no sólo le prometió a Abraham muchos descendientes, también le prometió que sus descendientes poseerían la tierra santa de Canaán.

Como leemos en Génesis capítulo 15 versículo 7:

Jehová le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos para darte a heredar esta tierra. (Génesis 15:7)

Así como Dios dio instrucciones a Adán y Eva de dominar la tierra, Él prometió que su pueblo especial, Israel, tendría dominio y disfrutaría de prosperidad en la tierra de la promesa.

Por eso Abraham compró un pedazo simbólico pequeño de tierra en Canaán como un sitio de entierro para su familia. Más adelante, se explica por qué Jacob dejó la tierra de la promesa durante algún tiempo, pero volvió incluso ante mucho peligro. Y también se explica por qué, en sus palabras antes de morir, José aseguró a los Israelitas que dejarían Egipto y volverían a la tierra prometida. El período patriarcal fue un tiempo en el que Dios prometió que multiplicaría y le daría dominio a Israel en el Antiguo Testamento como el pueblo que llevaría más allá a Su reino.

La segunda gran fase de la venida del reino de Dios a la tierra en la historia de Israel en el Antiguo Testamento, es el período de Éxodo y la conquista.

Éxodo y Conquista

Hay un pasaje que explica muy claramente que el trabajo de Dios con Israel durante este tiempo tenía la intención de establecer Su reino en la tierra. Específicamente, cuando Moisés y los Israelitas atravesaron el Mar Rojo, ellos cantaron una canción muy conocida que aparece en Éxodo capítulo 15 versículos 1 al 18. Éste es el primer pasaje en las Escrituras, en el que el tema del reino de Dios se declara explícitamente. En esta canción hay muchos temas maravillosos del reino, pero nosotros mencionaremos solo uno. En Éxodo capítulo 15 leemos estas palabras sobre la confianza de Moisés en el futuro:

Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste. Lo llevaste con tu poder a tu santa morada. (Éxodo 15:13)

Note que los Israelitas alabaron a Dios porque Él estaba guiándolos hacia su morada santa. Como hemos visto, igual que Edén, la tierra prometida debía ser el centro de la presencia santa especial de Dios en la tierra. Pero más que esto, nosotros debemos notar que el término traducido "condujiste" ra`a en hebreo puede traducirse más literalmente como "pastor." "Pastoreando" es una descripción común de las actividades de los Reyes tanto en el cercano oriente de la antigüedad, como en la Biblia. Dios estaba llevando a su pueblo hacia su morada santa como Su Rey Pastor.

El tema de la majestad y del reino de Dios también aparece al final de la canción en el Mar Rojo en Éxodo capítulo 15 versículos 17 al 18.

Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar donde has preparado, oh Jehová, tu morada, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado. ¡Jehová reinará eternamente y para siempre! (Éxodo 15:17-18)

Según estos versículos, Dios estaba llevando a Israel hacia una montaña santa, un santuario que la Biblia más adelante revela que es Jerusalén. ¿Y cuál era el propósito de ese santuario en la montaña? Primero, Moisés dijo que sería la "morada" de Dios. Una vez más, el término traducido "morada" en hebreo, yashav a menudo connota "la entronización de un Rey." A la luz de los motivos de realeza en este pasaje, es mejor entender que la montaña del santuario será el lugar de la entronización de Dios.

Por eso el versículo 18 inmediatamente alaba a Dios con terminología de realeza explícita, diciendo estas palabras,

¡Jehová reinará eternamente y para siempre! (Éxodo 15:18)

Cuando Dios actuó como el Rey de Israel pastoreando la nación hacia la tierra prometida, Él pensó establecerlos como el pueblo que rodearía su trono real. En otras palabras, el propósito del éxodo y conquista era establecer el reino de Dios, Su majestad, Su reino en la tierra, por siempre y para siempre.

La tercer fase del reino de Dios durante el período de la importancia de Israel en el Antiguo Testamento puede designarse como la fase del imperio, el tiempo cuando Israel se volvió una nación establecida con un Rey y templo.

Imperio

Desgraciadamente, el lugar para los reyes humanos en el plan de Dios para Israel es una cuestión con algo de controversia. En una lección más adelante veremos cuidadosamente el hecho de que Dios siempre había querido que Israel tuviera un Rey humano, y de cómo el reinado se desarrolló en Israel. Pero por ahora nosotros simplemente veremos cómo el reino de Dios avanzó una vez que Dios había determinado establecer a David y sus hijos como reyes sobre su pueblo.

David y su hijo Salomón llevaron el reino de Dios en la tierra hacia adelante, estableciendo Jerusalén como el lugar del Rey y el templo. Por un lado, el establecimiento del trono de David en Jerusalén fue el establecimiento de la familia real que representaría la ley de Dios en la tierra.

Escuche a la manera en que el trono de la casa de David se describió en 1 de Crónicas capítulo 29 versículo 23:

Se sentó Salomón como rey en el trono de Jehová en lugar de su padre David, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel. (1 Crónicas 29:23)

El trono de David era el trono del Señor. La casa real de David llevó al pueblo de Israel representando la autoridad real de Dios; David y sus hijos tenían un papel oficial elevado como las imágenes exaltadas de Dios guiando a otras imágenes de Dios.

Por otro lado, David preparó y Salomón construyó un templo para Dios, al que la Biblia normalmente se refiere como "la casa de Dios" o "el palacio de Dios." En este templo los sacerdotes se establecieron como aquellos que llevarían la nación de Israel, una nación de sacerdotes al servicio de adoración a Dios.

Ahora, al centro del templo, Salomón puso el arca del pacto que David había traído a Jerusalén. El simbolismo del arca del pacto es sumamente importante. Según David, el arca del pacto era el estrado de Dios. Escuche lo que él dijo en 1 de Crónicas capítulo 28 versículo 2:

Entonces el rey David se puso en pie y dijo: Oídme, hermanos míos y pueblo mío. Yo tenía el propósito de edificar una Casa en la cual reposara el Arca del pacto de Jehová, y sirviera de estrado a los pies de nuestro Dios; y había ya preparado todo para edificar. (1 Crónicas 28:2)

El trono de Dios estaba en el cielo, pero el estrado de su trono era el arca del pacto en el templo en Jerusalén. En efecto, Salomón convirtió a Jerusalén en una ciudad importante para la familia de David, y un santuario real para el propio Dios.

Así que vemos que para la época de David y Salomón, Israel había pasado de ser una tribu emigrante en los días de Abraham a ser una nación establecida a través del éxodo y la conquista, y finalmente a volverse un imperio con un Rey y un templo en la ciudad imperial de Jerusalén. El reino de Dios estaba estableciéndose en la nación de Israel.

Ahora ¿Cuál era la esperanza, el propósito de convertir a Israel en un imperio? En una palabra, Dios llevó a su pueblo a través de estas fases para que por medio del rey humano de Israel que era el Rey-siervo especial de Dios, el reino de Dios se extendiera a los confines de la tierra.

Escuche la manera en la que el Salmista expresó este destino en Salmo 72 versículos 1 al 17:

Dios, da tus juicios al rey y tu justicia al hijo del rey... ¡Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra! Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones lo servirán... Será su nombre para siempre; se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado. (Salmo 72:1-17)

Aquí podemos ver varios temas importantes. Primero, el Salmista oró por una bendición sobre la casa de David: que la dinastía de David fuera caracterizada por la justicia y rectitud. Pero él sabía que esto produciría una gran expansión del reino de David. La casa de David reinaría sobre toda la tierra. Él reinaría de mar a mar, y todos los reyes y todas las naciones servirían al que estaba en el trono de David que representaba la rectitud y justicia de Dios. El reino del siervo especial de Dios, el rey de Israel, extendería el reino de Dios a todas las naciones de la tierra.

Pero ¿por qué habría de ocurrir esta extensión del reino de Dios? ¿Cuál era el propósito? Bien, de una manera maravillosa, el Salmo 72 declara que el propósito de la fase imperial de la historia de Israel era cumplir con el propósito original para el que Dios había escogido a Israel.

Usted recordará que en Génesis capítulo 12 versículo 3, Dios tenía una meta en mente cuando llamó a Abraham para Él. Era la siguiente:

Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. (Génesis 12:3)

Pero ¿cómo debería ser cumplida esta promesa a Abraham? Bien, mire otra vez el Salmo 72 versículo 17. Allí leemos que a través del reino justo y virtuoso de la casa de David,

Será su nombre para siempre; se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado. (Salmo 72:17)

La alusión a Génesis capítulo 12 versículo 3 es obvia. La meta original de Dios al escoger a Abraham se cumpliría finalmente cuando la casa de David extendiera las bendiciones de Dios a todas las naciones.

Y finalmente, debemos preguntar, ¿cuál fue el resultado del cumplimiento del propósito original de Israel en la dinastía de David? ¿Por qué la casa de David debía extender las bendiciones de Abraham al mundo? En una palabra, el resultado sería la propagación del reino glorioso de Dios a los confines del mundo.

Por eso el Salmo 72 termina con alabanza resonante a Dios en el versículo 19:

¡Bendito su nombre glorioso para siempre! ¡Toda la tierra sea llena de su gloria!¡Amén y amén! (Salmo 72:19)

Este versículo de cierre del Salmo 72 revela la meta final de todos los desarrollos que tuvieron lugar en Israel de las promesas de los patriarcas, a través del éxodo y conquista, y del imperio. Estas fases del reino tenían el propósito de llenar la tierra entera de la gloria de Dios. Conforme el reino de Dios se extendiera de los límites de Israel a los extremos de la tierra a través del reino de la casa de David, la presencia gloriosa de Dios llenaría el mundo entero, así como llena el cielo.

Ahora que hemos visto el trasfondo del reino de Dios durante la historia primigenia y la historia de Israel en el Antiguo Testamento, debemos pasar a nuestro último tema: el reino de Dios en el Nuevo Testamento. Como seguidores de Cristo, debemos entender las perspectivas del Nuevo Testamento sobre el reino de Dios si queremos aplicar el Antiguo Testamento correctamente en nuestros días.

NUEVO TESTAMENTO

Si hay una cosa en la que los cristianos están de acuerdo, es que el corazón del mensaje de Jesús, el corazón del Nuevo Testamento entero, es el evangelio. Pero a menudo no comprendemos que el evangelio del Nuevo Testamento, o las buenas nuevas de Cristo, son el fruto del tema del Antiguo Testamento del reino de Dios.

Escuche la manera en que Mateo resumió la predicación de Jesús, en Mateo capítulo 4 versículo 23:

Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. (Mateo 4:23)

Jesús predicó el evangelio o las buenas nuevas. Pero ¿Cuáles eran estas buenas nuevas? Eran un mensaje sobre el reino de Dios. Y por esta razón, nuestro entendimiento del evangelio que creemos y compartimos con otros, el mismo corazón del Nuevo Testamento, depende directamente de nuestra comprensión del reino de Dios.

Nosotros analizaremos el tema del reino de Dios en el Nuevo Testamento en los mismos términos de los tres puntos que hemos explorado en otras fases de historia bíblica. Primero veremos lo que el Nuevo Testamento dice sobre el lugar del reino; segundo, hablaremos sobre el pueblo del reino; y tercero, veremos el progreso del reino durante el período del Nuevo Testamento. Veamos primero el lugar del reino en el Nuevo Testamento.

Lugar

En muchos aspectos, el Nuevo Testamento tiene la misma orientación de la ubicación del reino de Dios, que la que encontramos en el Antiguo Testamento. Primero, nos indica que el centro del reino de Dios era la tierra de Israel. Y segundo, nos enseña que el reino de Dios debía extenderse a lo largo de la tierra. Primero veamos la ubicación del reino en Israel durante los días del Nuevo Testamento.

Centro

No debe sorprendernos encontrar que el reino de Dios en el Nuevo Testamento se centra en Israel. Éste es el modelo que nosotros hemos visto en repetidas ocasiones en el Antiguo Testamento. Al principio el reino de Dios en la tierra se centró en Edén. Después, la nación de Israel regresó a los alrededores de Edén bajo el liderazgo de Moisés para construir el reino de Dios. Por otro lado, cuando comenzó la etapa del reino de Dios en el Nuevo Testamento, el reino empezó una vez más en la tierra de Israel.

Realmente no es difícil ver que la tierra de Israel es el centro geográfico del reino de Dios en el Nuevo Testamento. Como todos sabemos, Israel fue donde nació Jesús, donde Él creció, escogió a sus apóstoles, ministró, murió, resucitó y ascendió al cielo. Fuera de un tiempo breve en Egipto durante su niñez, Jesús pasó su vida entera en la tierra prometida.

Ahora para entender por qué el reino de Dios se centró en la tierra prometida incluso en el Nuevo Testamento, nos ayuda el recordar la situación del pueblo de Dios en este momento. Dios había bendecido la nación de Israel en el Antiguo Testamento. Él los había llevado a través de una existencia semi-nómada durante los días de los patriarcas, a una nación bajo la dirección de Moisés y Josué, y después a la gloria imperial con una ciudad importante, un palacio y un templo bajo la dirección de David y Salomón. Éstos eran grandes adelantos para el reino de Dios en la tierra. Pero como nos dice el Antiguo Testamento, los Israelitas se rebelaron tan severamente contra Dios durante esos tiempos de bendición, que Dios desterró a su pueblo de la tierra santa. Para los tiempos de Jesús, el pueblo de Israel se había desterrado, se había esparcido y había sido tiranizado a través de cinco imperios paganos durante siglos: los asirios, los babilonios, los medos y persas, los griegos y los romanos.

Aunque muchos cristianos modernos no lo comprenden, Jesús vino a la tierra para terminar con este destierro. Él vino a llamar a un remanente en rectitud del pueblo de Dios y reconstruir el reino de Dios.

Escuche lo que escribió Lucas acerca de uno de los primeros sermones de Jesús en Lucas capítulo 4 versículos 17 al 19.

Se le dio el libro del profeta Isaías y, habiendo abierto el libro, halló el lugar donde está escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor. (Lucas 4:17-19)

Cuando estaba en la sinagoga en Nazaret, Jesús leyó una profecía de Isaías capítulo 61 que prometía que los desterrados habrían de regresar un día a la tierra prometida. Ahora, la profecía de Isaías mencionó a "los pobres," "los cautivos," "los ciegos," "los oprimidos"-términos que en Isaías capítulo 61 describieron a los Israelitas desterrados. Pero note lo que esta profecía dijo: que alguien predicaría "las buenas nuevas" o el evangelio, "la libertad," "la recuperación de la vista" y "el descanso." Las buenas nuevas serían predicadas a aquellos que habían sido tiranizados por naciones paganas. Y ¿quién cumplió estas buenas nuevas? Jesús. Como lo plasmó Lucas en Lucas capítulo 4 versículos 20 al 21:

Enrollando el libro, lo dio al ministro y se sentó. Los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. (Lucas 4:20-21)

Jesús fue quien Dios ungió para declarar a los Israelitas las buenas nuevas de que su Ahora, es tan importante ver que el reino de Dios en el Nuevo Testamento se centra alrededor de la tierra prometida, como tan importante es ver que el Nuevo Testamento enfatiza la expansión del reino de Dios al mundo entero.

Expansión

De hecho, el Nuevo Testamento enseña que un día la esperanza de la expansión mundial, realmente se cumplirá en Cristo. Así como en cada fase anterior de la historia, en el Nuevo Testamento Dios siguió con Su plan de extender Su reino de la tierra prometida a la tierra entera.

Ya hemos visto que Jesús les enseñó a sus discípulos a orar por este reino mundial en la oración del Señor. En Mateo capítulo 6 versículo 10, Jesús nos enseñó a orar,

Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (Mateo 6:10)

Jesús continuó este tema a lo largo de su ministerio. De hecho, Él mantuvo los ojos de sus discípulos enfocados en esta meta mundial. Como leemos en Mateo capítulo 24 versículo 14, Jesús les dijo a sus discípulos,

Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin. (Mateo 24:14)

El mensaje de las buenas nuevas de la llegada del reino de Dios debía ser extendido a lo largo del mundo y entonces Jesús volvería.

Teniendo el lugar del reino en el Nuevo Testamento en mente, debemos enfocar nuestra atención al pueblo del reino en el Nuevo Testamento.

Pueblo

Como hemos visto, al principio Dios ordenó Su reino mundial de tal forma que reflejaría Su reino en el cielo. Esto debía suceder a través del trabajo de su imagen, la raza humana. Pero con la llegada del pecado, la humanidad no podría cumplir ya su papel. Por consiguiente, Dios escogió a unas personas especiales y los redimió del pecado para que ellos pudieran continuar su trabajo. Estas personas especiales eventualmente llegaron a ser la nación de Israel en el futuro. Y conforme la historia del Antiguo Testamento fue avanzando, Dios exaltó al pueblo especial dentro de Israel, los sacerdotes y reyes, para guiar a Su nación redimida en sus tareas del reino.

Estos mismos puntos también aparecen en el Nuevo Testamento. Para entender la manera en la que el Nuevo Testamento habla de estas cosas, nosotros mencionaremos dos puntos: primero, Cristo como la primer imagen de Dios; y segundo, creyentes en Cristo como imágenes redimidas de Dios. Consideremos el lugar prominente dado a Jesús como la primer imagen de Dios.

Cristo

Es triste, pero es verdad, que cristianos evangélicos hoy en día tienen a menudo muy poca idea de por qué la segunda persona de la trinidad, la Palabra eterna de Dios, se hizo carne. Nosotros afirmamos correctamente que Jesús es Dios y hablamos mucho sobre su muerte vicaria en la cruz y su resurrección de la muerte. Pero los cristianos modernos raramente entienden por qué Jesús tenía que hacerse hombre para hacer estas cosas. Bien, uno de las mejores maneras de entender por qué Dios se hizo uno de nosotros, es ver el papel de la humanidad en el reino de Dios, y la manera en que Jesús cumplió ese papel.

Dos aspectos de este papel, en particular, merecen nuestra atención: Primero, el hecho de que Jesús es el último Adán y segundo, el hecho de que Jesús es nuestro sacerdote y rey.

Todos estamos familiarizados con el hecho de que el apóstol Pablo vio una semejanza, una similitud, entre Adán y Cristo. Él mencionó esta conexión varias veces en sus epístolas. En una palabra, Cristo invirtió la maldición que Adán había traído. Considerando que el pecado de Adán había condenado a la humanidad, la obediencia de Jesús, cumplió con el papel de la humanidad como imagen de Dios.

Quizás la expresión más concisa de la perspectiva de Pablo se encuentra en 1 de Corintios 15 versículo 21 y versículo 22. Allí él escribió estas palabras,

Pues por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (1 Corintios 15:21-22)

Note cómo estas palabras contrastan con lo que nosotros podríamos esperar. Nosotros podríamos haber esperado que Pablo dijera algo así, "la muerte vino por un hombre, pero la resurrección de la muerte viene por el poder de Dios." Ahora, esto sería verdad hasta aquí, pero no es lo que Pablo enfatizó aquí.

En cambio, él dijo que porque la muerte de la humanidad vino por un hombre, llamado Adán, la resurrección de la muerte a la vida eterna también tenía que venir por un hombre, llamado Cristo. Adán era una imagen infiel de Dios, y por consiguiente él nos trajo muerte; Pero Cristo fue la imagen perfectamente fiel de Dios, y por consiguiente Él nos trajo vida de la resurrección.

Cristo murió bajo la maldición del pecado de Adán como un suplente para todos los que creyeran en Él. Y por consiguiente Él recibió el premio de Dios por su rectitud-y este premio incluyó ambos, victoria sobre la muerte, y dominio sobre la creación entera. Ésta es una razón por la cual el Nuevo Testamento se enfoca tanto en la humanidad de Cristo. Él es el último Adán, el hombre que hizo todo lo que se suponía que la raza humana debía hacer desde el principio. A través de sus esfuerzos los propósitos del reino de Dios se cumplirán.

Ahora además de ser la imagen perfecta de Dios, Cristo también cumple con los oficios del reino de sacerdote y rey.

Usted recordará que Adán y Eva sirvieron a Dios como sacerdotes reales, y que Dios llamó a Israel para ser un reino de sacerdotes, y también que el reino de Israel fue guiado por oficiales: un rey y un sacerdocio oficial llevado por un alto sacerdote. Por lo que, no debe sorprendernos en lo absoluto, encontrar que el Nuevo Testamento muestra a Cristo como nuestro sumo sacerdote y rey. Por ejemplo, el escritor de Hebreos enfatizó el papel sacerdotal de Cristo repetidamente. Cuando escribió en Hebreos capítulo 4 versículo 14:

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. (Hebreos 4:14)

Además de esto, encontramos que todo el Nuevo Testamento se refiere a Cristo como el hijo de David que cumplió con el oficio real de David. De hecho, cuando se anunció a María el nacimiento de Cristo, El ángel dijo estas palabras sobre Él en Lucas capítulo 1 versículos 32 y 33:

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin. (Lucas 1:32-33)

Porque Cristo cumple perfectamente con el oficio de rey, el reino de Dios nunca terminará bajo su dirección. A través de la dirección de Cristo como sacerdote y rey, el reino de Dios realmente vendrá a la tierra como está en el cielo.

Creyentes

Aunque Cristo es indudablemente la persona más importante en el reino de Dios en los días del Nuevo Testamento, nosotros nos equivocaríamos si omitiéramos que sus seguidores también son parte del reino.

Ahora, en el principio del Nuevo Testamento, el pueblo judío, los descendientes de Abraham, tenían un papel especial en el reino. No sólo Jesús y sus apóstoles judíos, también toda la iglesia primigenia que se levantó en el día de Pentecostés. En aquel día, Dios colectó un remanente fiel de Israelitas de todo el mundo para oír y creer en el evangelio.

Después de esto, el reino de Dios se extendió rápidamente más allá de las fronteras de Israel, hasta los lugares más lejanos del Imperio Romano. Aunque muchos de los convertidos de otras naciones eran gentiles, el Nuevo Testamento enseña que todos los que siguen a Cristo, sean judíos o gentiles, están contados entre el pueblo de Dios y se les ha dado el papel de edificar el reino de Dios.

Por eso el Nuevo Testamento habla de los seguidores de Cristo como imágenes renovadas de Dios. Cuando Pablo explicó en Efesios capítulo 4 versículo 24, nosotros debemos:

Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:24)

También por eso Pedro describió a la iglesia del Nuevo Testamento, que consiste en ambos, judíos y gentiles, en cuanto al papel de Israel en el Antiguo Testamento. En 1 de Pedro 2 versículo 9 él escribió estas palabras:

Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9)

Aquí Pedro aludió a Éxodo capítulo 19 versículo 6, donde Israel fue llamado un reino de sacerdotes. Con esta alusión, deja claro que los cristianos de todas las razas sobre la tierra son llamados para compartir la meta de Israel en el Antiguo Testamento: el establecimiento y la extensión del reino de Dios en la tierra. Cuando seguimos a Cristo y vivimos en el poder de su Espíritu, nosotros somos todos, los instrumentos especiales escogidos del reino de Dios.

Ahora que hemos visto el lugar y el pueblo del reino en la era del Nuevo Testamento, debemos pasar a nuestro último tema: el progreso del reino en el Nuevo Testamento.

Progreso

De muchas maneras, el progreso del reino de Dios en el Nuevo Testamento es uno de los conceptos más radicales que encontramos en las Escrituras. Como veremos en lecciones más adelante, cuando leemos a los profetas del Antiguo Testamento, es fácil imaginar el cuadro de que una vez que el Cristo, venga a la tierra, el reino de Dios vendrá rápidamente. La maldad se eliminará de repente de la tierra, la tierra se llenará de la presencia gloriosa de Dios y el innumerable pueblo de Dios llenará la tierra y Lo servirá y adorará por siempre. De hecho, esto es lo que la mayoría de las personas en los días de Jesús esperaban que pasara. Pero Jesús desafió esta expectativa tan fuertemente que la mayoría de las personas en Israel lo rechazaron en lugar de seguirlo como su Mesías. Una de las mejores maneras de resumir el progreso del reino en el Nuevo Testamento es con la parábola de Jesús de la semilla de mostaza. Escuche lo que dijo Jesús sobre el reino de Dios en Mateo capítulo 13 versículos 31 y 32.

Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Esta es a la verdad la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas. (Mateo 13:31-32)

En esta corta parábola, Jesús explicó que en lugar de venir de repente y catastróficamente, el reino de Dios empezaría desde pequeño, como una semilla de mostaza; pero con el tiempo, el reino crecería hasta llegar a ser como un árbol maduro de mostaza, el reino más grande que el mundo ha conocido alguna vez. Como nos dice el resto del Nuevo Testamento, la fase del Nuevo Testamento del reino empezó con el ministerio terrenal de Jesús de una manera relativamente pequeña y silenciosa. Pero al final, cuando Cristo vuelva, Su reino se extenderá sobre toda la tierra.

A lo largo de esta serie de lecciones, nosotros hablaremos una y otra vez del progreso del reino de Dios en la era del Nuevo Testamento en tres fases principales.

Primero, hablaremos del principio o inauguración del reino en el ministerio de Cristo y sus apóstoles.

Inauguración

Hace más de dos mil años, Jesús y sus apóstoles inauguraron el reino glorioso de Dios en la tierra. Por eso es que en Efesios capítulo 2 versículo 20 el apóstol Pablo habló de la iglesia como ser:

Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. (Efesios 2:20)

Segundo, hablaremos de la continuación del reino que abarca toda la historia de la iglesia entre la primera y la segunda venida de Cristo, ésta es la época en la que usted y yo vivimos.

Continuación

Es durante este tiempo que nosotros debemos poner una alta prioridad en traer el reino de Dios haciendo la voluntad de Dios. Tal como Jesús lo declaró en Mateo capítulo 6 versículo 33:

Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (Mateo 6:33)

Todos los días de nuestras vidas debemos extender el evangelio, edificar la iglesia y transformar culturas por todo el mundo por causa del reino de Cristo.

En tercer lugar, hablaremos de la consumación del reino, el tiempo cuando Cristo vuelve y cumple el plan de Dios para convertir al mundo entero en Su reino.

Consumación

Escuche la manera en que Juan describió el reino de Dios al regreso de Cristo en Apocalipsis capítulo 11 versículos 15 al 16.

El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 11:15-16)

Cuando Cristo regrese a la tierra, el reino entero del mundo se volverá el reino de Dios y de Cristo para siempre jamás.

Como seguidores de Cristo viviendo en los días de hoy, recordamos el trabajo inaugural del Señor hace 2000 años. Hoy nosotros extendemos Su reino mediante la continuación del reino y oramos, trabajamos y esperamos el día en el que Cristo traerá el reino de Dios a la tierra como está en el cielo. Éste es el corazón de nuestra fe cristiana, igual que fue el corazón de la fe del Antiguo Testamento. Todas las esperanzas del reino de Dios en el Antiguo Testamento, hallaron su cumplimiento en Cristo durante estas tres fases de la inauguración, continuación y consumación del reino de Dios.

CONCLUSIÓN

En esta lección nosotros hemos presentado el importante tema bíblico del reino de Dios, como una de las mejores maneras de visualizar el cuadro general del Antiguo Testamento. Hemos visto que Dios planeó desde el principio, que Su reino celestial venga a la tierra. Hemos visto cómo Dios actuó en dirección hacia esta meta en la historia primigenia, en la historia de Israel y en la era del Nuevo Testamento. Conforme continuemos con nuestro estudio del Antiguo Testamento, regresaremos a este tema del reino una y otra vez porque es el tema más comprensivo y que unifica, todo el Antiguo Testamento. Y al hacerlo, nos dará como creyentes del Nuevo Testamento, la oportunidad de acercarnos al Antiguo Testamento y tomarlo como nuestra guía para vivir para el Rey y Su reino aun hoy.