INTRODUCCIÓN
Uno de los detectives más famosos de la literatura inglesa es Sherlock Holmes. Este personaje ficticio fue un investigador brillante que ayudaba a la policía a resolver casos difíciles. Se decía que la genialidad de Sherlock Holmes tenía dos aspectos. Por una parte, poseía tal habilidad de observación que podía descubrir todos los detalles objetivos relevantes de un caso. Y por otra parte, era increíblemente lógico, al punto que podía comprender cómo se relacionaban estos hechos con el crimen que trataba de resolver.
Bueno, en cierto sentido, el tomar decisiones bíblicas exige que los cristianos sean como Sherlock Holmes. Tenemos que identificar muchos detalles objetivos. También tenemos que descubrir cómo todos esos detalles objetivos se relacionan con las preguntas éticas que estamos tratando de responder.
Esta es la séptima lección de nuestra serie "Cómo Tomar Decisiones Bíblicas," y la hemos denominado: "La Perspectiva Situacional: Comprendiendo los Hechos." Nuestro objetivo en esta lección es identificar los principales componentes de las situaciones éticas que enfrentamos en el mundo moderno, y explicar cómo influye cada uno de ellos en las decisiones éticas que debemos tomar.
En estas lecciones, nuestro modelo para tomar decisiones bíblicas ha sido que el juicio ético involucra la aplicación de la Palabra de Dios a una situación por una persona.
Esta perspectiva de la ética nos recuerda que hay tres aspectos principales que se deben considerar frente a cada situación de carácter ético: un enfoque en la palabra de Dios, lo que denominamos el aspecto normativo; un enfoque en la persona, lo que denominamos el aspecto existencial; y un enfoque en la situación, lo que denominamos el aspecto situacional. Ahora, en algunas lecciones nos hemos concentrado en varias propiedades del aspecto situacional, y en esta lección continuaremos profundizando en esta dimensión de la ética cristiana.
Recordarán que en lecciones anteriores identificamos los elementos más fundamentales de nuestra situación ética como hechos. Estos incluyen todo lo que existe.
Además de esto, identificamos dos tipos especiales de hechos particularmente importantes para la ética. Primero hablamos de nuestras metas, que son los resultados potenciales e intencionados de nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros hechos. Y segundo, mencionamos los medios, que son las formas en que alcanzamos nuestras metas.
En esta lección, en general veremos con más detalle la amplia gama de hechos, y en particular, exploraremos la importancia de considerar los hechos sobre Dios, el mundo que nos rodea y los seres humanos al tomar decisiones éticas.
Nuestra lección se dividirá en tres partes. Comenzaremos identificando el hecho de Dios mismo, aquel en quien vivimos, nos movemos y somos. Luego, veremos los hechos de la creación en general, deteniéndonos en varios aspectos de la naturaleza. Finalmente, veremos la humanidad como un elemento crítico de nuestra situación ética. Vayamos primero a Dios mismo, el primer y principal hecho de nuestra situación ética.
DIOS
Hablamos de Dios como el hecho último de nuestra situación, porque él es quien da existencia y significado a cualquier otro hecho. Los demás hechos existen sólo porque Dios los creó y continúa sosteniéndolos. Y tienen significado sólo porque Dios les concede significado en forma autoritativa dentro de su creación. Esto significa que siempre debemos interpretar todos los hechos a la luz de la existencia y el carácter de Dios. De modo que, cuando nos detenemos a considerar la importancia ética de los hechos, es importante comenzar con Dios.
Nuestra discusión sobre Dios como el hecho último de la ética cristiana se centrará en tres aspectos familiares del carácter de Dios: su autoridad, que incluye su derecho a gobernar sobre toda la creación; su control, que es su poder y su gobierno sobre toda la creación; y su presencia, su existencia y manifestación en la creación. Empecemos observando la autoridad de Dios, o su derecho a gobernar, sobre toda la creación.
Autoridad
Todas las Escrituras dejan en claro que Dios tiene la autoridad, el derecho a gobernar, sobre toda la creación. Este derecho a gobernar deriva del hecho de que Dios es el creador y sustentador de toda la creación. No hay rincón alguno de la creación que Dios no haya creado, o que no dependa de él para su continua existencia. Su autoridad como creador tiene al menos tres atributos básicos que siempre debemos recordar en la ética cristiana. Primero, su autoridad es absoluta; segundo, es exclusiva y tercero, es exhaustiva. Observemos con mayor detalle estas ideas, comenzando con la naturaleza absoluta de la autoridad de Dios como creador.
Absoluta
La autoridad de Dios es absoluta en el sentido que Dios tiene libertad completa y total por encima de lo que creó. Las Escrituras a menudo ilustran la autoridad absoluta de Dios comparándola con la autoridad que tiene un alfarero sobre su barro. Hallamos estos motivos en pasajes como Isaías capítulo 29 versículo 16, Isaías capítulo 45 versículo 9, Jeremías capítulo 18 versículos 1 al 10 y Romanos capítulo 9 versículos 18 al 24.
Escuchen cómo Pablo se refirió a la autoridad de Dios en Romanos capítulo 9 versículos 20 al 21
Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? (Romanos 9:20 – 21)
Las preguntas retóricas de Pablo nos enseñan que puesto que Dios es el creador de todo, tiene la libertad y el derecho de hacer lo que quiera con lo que creó.
Y lo que es cierto sobre la autoridad absoluta de Dios sobre la gente lo es también sobre su autoridad sobre el resto de la creación. Dios puede hacer lo que le plazca con todo lo que creó. Tiene la libertad y el derecho de actuar sobre ello como él lo estime conveniente, de pedir lo que desee y de juzgarlo según sus propios parámetros.
Así que, cuando Dios revela sus juicios éticos, estos son verdaderos y nunca están sujetos a escrutinio. En general, los cristianos aceptan la idea de que Dios tiene el derecho de mandarlos y determinar sus juicios éticos. Pero demasiado a menudo, nos rehusamos a aceptar los juicios éticos de Dios, a menos que sean confirmados por algún otro parámetro, y buscamos excusas para evitar someternos a lo que él ha establecido con tanta claridad. Sin embargo, tal como lo vimos, la autoridad de Dios en la ética es absoluta. Sus juicios morales, y su perspectiva sobre el bien y el mal deben ser aceptados como verdaderos simplemente porque él así lo dijo.
Segundo. Además de poseer autoridad absoluta, Dios posee también autoridad exclusiva sobre todo lo que ha creado.
Exclusiva
Cuando decimos que la autoridad de Dios como creador es exclusiva, estamos afirmando que sólo Dios posee autoridad absoluta. La autoridad absoluta sólo pertenece al creador, y Dios es el único creador. Por lo tanto, sólo Dios ostenta está autoridad última. Existen otras autoridades como los espíritus, los ángeles y las autoridades terrenales. Incluso los individuos poseen cierta medida de autoridad sobre sus propias vidas. Pero todas estas clases de autoridad han sido delegadas por Dios, de modo que la autoridad de Dios siempre es superior a la autoridad de la criatura En consecuencia, toda autoridad menor es anulada por la autoridad mayor del creador. Es por eso que la Biblia insiste en que nuestras decisiones éticas deben tomarse en absoluta sumisión a Dios.
Tercero. Además de poseer autoridad absoluta y autoridad exclusiva, Dios posee también una autoridad exhaustiva sobre el universo.
Exhaustiva
Cuando afirmamos que la autoridad de Dios es exhaustiva, estamos diciendo que ésta se extiende sobre cada detalle de todo lo que él creó. Y este hecho tiene por lo menos dos implicaciones: Primero, que todas las criaturas están bajo la autoridad de Dios. En otras palabras, a pesar de que muchos seres humanos están en rebelión en contra de Dios y se rehúsan a someterse a sus mandamientos, los juicios morales de Dios rigen sobre ellos. No importando dónde vivimos o quiénes somos, y no importando cuál sea nuestra cultura o nuestra religión, todos los seres humanos somos responsables ante Dios. Y segundo, puesto que Dios creó todas las cosas, no hay aspecto alguno de la creación que sea moralmente neutral. Él creó todo con un propósito, y le asignó un carácter moral. Todo en la creación, o funciona como Dios quiere que funcione, por lo tanto, bueno; o está en desacuerdo con su voluntad y, por lo tanto, malo. Toda la creación, hasta su más mínimo detalle, está sujeta a él. Por eso, para servir a Dios, siempre tenemos que considerar y someternos a su autoridad.
Después de analizar la autoridad de Dios, debemos volver nuestra atención a un segundo hecho sobre Dios: su control sobre toda la creación, su poderoso gobierno sobre todo lo que existe.
Control
Desde el principio, tenemos que reconocer que las diferentes ramas de la iglesia cristiana entienden en forma distinta el control de Dios sobre su creación. Pero los cristianos estamos en gran medida de acuerdo, porque las Escrituras son muy claras sobre ciertos aspectos del control de Dios.
Limitaremos nuestra discusión a dos aspectos básicos relacionados con el control de Dios sobre la creación. Primero, hablaremos sobre el carácter soberano del control de Dios; y segundo, destacaremos el carácter moral de control de Dios. Consideremos, en primer lugar, la naturaleza soberana del control de Dios sobre la creación.
Soberano
A través de los siglos, los cristianos han afirmado consistentemente el control soberano de Dios sobre la creación. Desde luego que los teólogos y las denominaciones han discrepado sobre algunos puntos. Pero, en general, los cristianos siempre han afirmado la enseñanza bíblica de que Dios tiene el poder infinito y el derecho infinito de controlar la creación en la forma que él estime conveniente. Más aun, puesto que él es un rey bueno y responsable para con su creación, él ejerce su poder y su derecho para el beneficio de su reino.
Desafortunadamente, en diversas formas, tanto los cristianos como los no cristianos han argumentado a veces que el control soberano de Dios sobre su creación es incompatible con la idea de la responsabilidad moral humana. Han creído en forma equivocada que ambas ideas no pueden ser ciertas. O Dios es soberano, o somos responsables — pero no ambos.
En años recientes, esta perspectiva se ha expresado en un movimiento conocido como teísmo abierto. El teísmo abierto enseña que para que Dios pueda hacer responsables a los seres humanos de sus decisiones éticas y de su comportamiento, los seres humanos tienen que tener el control definitivo sobre sus vidas. Insiste en que si Dios tiene el control soberano sobre el universo, entonces no tiene el derecho a hacernos responsables por lo que hacemos.
Entonces, para poder preservar la responsabilidad ética del ser humano, el teísmo abierto enseña que Dios, o ha limitado voluntariamente su soberanía, o es en esencia incapaz de controlar toda la creación. Concluye que Dios no sabe lo que sucederá, que sólo ejerce una influencia limitada sobre lo que suceden en la creación, y a menudo está frustrado con la forma en que se desarrolla la historia. En resumen, el teísmo abierto niega el control soberano de Dios para poder reafirmar la responsabilidad humana.
Ahora, desde el punto de vista histórico, la teología cristiana siempre ha enseñado que el control soberano de Dios es totalmente compatible con la responsabilidad humana. De hecho, más que ver el control soberano de Dios como excluyente con la responsabilidad humana, la teología cristiana ha seguido a las Escrituras en insistir en que los seres humanos son moralmente responsables ante Dios precisamente porque Dios tiene un control soberano sobre su creación. Analicemos lo que esto significa.
Por una parte, muchos pasajes bíblicos enseñan que Dios tiene un plan para su creación que lo abarca todo, y que él controla la creación con el objetivo de llevar a cabo su plan. Por ejemplo, la Biblia algunas veces habla de un propósito inmutable, como en Hebreos capítulo 6 versículo 17, o de decisiones y planes que hizo antes de la fundación del mundo, como en Mateo capítulo 13 versículo 35 y en Efesios capítulo 1 versículo 4. Otras veces, se refiere al plan según el cual él controla a toda la creación, como en Romanos capítulo 8 versículo 28. Incluso habla de su determinación sobre las personas y las cosas, como en Hechos capítulo 4 versículo 28 y Romanos capítulo 8 versículo 29.
Ahora, los cristianos han calificado el control que Dios ejerce sobre el universo, relacionándolo en varias formas con cosas como su presciencia, su voluntad activa y pasiva, y sus decretos positivos y permisivos. Pero en el análisis final, el cristianismo histórico siempre ha afirmado que dado que Dios es el creador, él puede ejercer y de hecho ejerce un control soberano sobre su creación.
Por otra parte, más que ver el control soberano de Dios como algo contrario a la responsabilidad ética, el cristianismo ha visto en el control soberano de Dios la base de la responsabilidad ética.
Escuchemos la forma en que Pablo estableció la relación entre el control soberano de Dios y nuestra responsabilidad en Filipenses capítulo 2 versículos 12 al 13.
Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:12-13)
Noten aquí que los cristianos de Filipos tenían que vivir en forma moral y reverente porque Dios estaba trabajando en sus vidas, haciendo que ellos desearan y actuaran de acuerdo a su plan soberano. De esta forma, su control soberano sobre sus vidas era la base de su responsabilidad moral. En vez de ver la soberanía divina y la responsabilidad humana como mutuamente excluyentes, Pablo comprendió que la soberanía de Dios es el fundamento de la responsabilidad humana.
Ahora que hemos hablado del carácter soberano del control de Dios sobre la creación, estamos listos para hablar sobre el carácter moral de su control, observando las formas en que Dios diseñó la creación para que esta fuese propicia a la moralidad.
Moral
Un principio muy importante de la ética cristiana es que Dios no fuerza a los seres humanos a situaciones morales sin salida. Las Escrituras nos enseñan que no importa cuán complejos parezcan los dilemas morales, Dios siempre provee del medio y la oportunidad para evitar el pecado.
Este principio general está establecido en 1 de Corintios capítulo 10 versículo 13, donde Pablo escribió estas palabras:
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. (1 Corintios 10:13)
En su contexto original, este versículo se refiere a la tentación de cometer idolatría, a la que estaba sometida la iglesia en Corinto. Pero el principio general es también cierto: Dios no permite que enfrentemos situaciones en que todas nuestras opciones son pecaminosas. Él siempre conjuga las circunstancias de manera que tengamos una salida, una solución que sea digna de elogio y no pecaminosa.
Desde luego que a veces esta forma de escape no parece fácil. La mayoría de nosotros sabe por experiencia propia que algunos dilemas morales son extremadamente difíciles de resolver. Para aprovechar la salida, tenemos que cambiar radicalmente. Pero podemos estar seguros de que la oportunidad para este tipo de cambios siempre está ahí.
Esto es lo queremos decir cuando afirmamos que el control de Dios es moral. El ordena la creación de tal manera que las circunstancias de nuestras vidas nunca puedan excusar nuestras opciones inmorales. Él gobierna todo el universo de manera que siempre hay una salida de escape de la tentación del pecado.
Luego de considerar la autoridad y el control de Dios como factores fundamentales de nuestra situación, estamos listos para enfocarnos en un tercer aspecto del carácter de Dios: su presencia entre nosotros, cómo él se involucra con el mundo.
Presencia
Nuestra discusión sobre la presencia de Dios en la creación se dividirá en tres secciones: Primero, hablaremos de Dios como el Rey del pacto; segundo, hablaremos de él como el Señor encarnado; y tercero, hablaremos de él como el Espíritu ministrador. Vamos primero con el rol de Dios como el rey del pacto sobre la creación, y particularmente sobre la humanidad.
Rey del Pacto
Dios ha estado presente en medio de la humanidad como nuestro rey del pacto desde que creó a Adán y Eva. Tal como lo vimos en la lección anterior, nuestros primeros padres fueron creados a la imagen de Dios, sus reyes vasallos, cuya tarea era extender el reino de Dios por toda la tierra. Y Dios estaba presente en forma manifiesta para bendecirlos cuando fueran fieles, y para maldecirlos cuando pecaran.
Luego de la caída de la humanidad en el pecado, Dios ya no caminó con Adán y Eva en el tranquilo huerto de Edén. Sin embargo, Dios no abandonó a su creación; él permaneció presente en medio de la raza humana como su rey del pacto.
Desde luego que Dios siempre ha estado invisiblemente omnipresente. Pero también ha aparecido en muchas manifestaciones visibles, como la columna de fuego y la nube como leemos en Éxodo capítulo 13. Además, él se hizo presente a través de milagros como la división del Mar Rojo en Éxodo capítulo 14. También se presentó en forma especial con ciertos personajes como Elías, quien invocó fuego del cielo en 2 de Reyes capítulo 1. Con frecuencia se nos presenta a Dios como el rey del pacto que ofrece protección, bendiciones a su pueblo, y que maldice y destruye a sus enemigos. Y hoy día Dios aún es nuestro rey, tal como lo enseñó Jesús en Mateo capítulo 5 versículos 34 y 35.
La presencia de Dios en medio de nosotros como nuestro rey del pacto nos dice que él está aquí para reforzar sus juicios sobre toda la tierra y sus habitantes.
Tal como lo sostiene Hebreos capítulo 4 versículo 13:
No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos 4:13)
Dios ve todo porque Dios está presente en todas partes, y nos juzga sobre la base de lo que ve. Recordarán que en lecciones anteriores definimos la ética como:
Teología, viéndola como un medio para determinar qué personas humanas, hechos y actitudes reciben la bendición de Dios, y cuáles no.
Nuestras decisiones éticas siempre deben considerar la presencia de Dios en medio de nosotros como juez, tanto ahora como en el futuro. Por lo tanto, su presencia en medio de nosotros como un juez real siempre será un factor crítico a considerar cuando tomemos decisiones éticas. No vivimos aparte de Dios; vivimos en su presencia, bajo su juicio y bajo su bendición.
Teniendo en mente el rol de Dios como el rey del pacto, estamos listos para concentrarnos en la presencia de Dios en medio nuestro como el Señor encarnado en la persona de Jesucristo.
Señor Encarnado
Cuando Jesús nació de María en Belén, Dios se hizo presente entre nosotros en una nueva forma. Quizá la diferencia más obvia fue que él estaba físicamente presente y caminaba libremente en medio de la sociedad como uno de nosotros. Aun cuando podríamos hacer una lista de muchos, muchos resultados éticos de su encarnación, limitaremos nuestra discusión sólo a cuatro aspectos.
Primero, Hebreos capítulo 2 versículo 17 enseña que el perdón de los pecados es el resultado de la naturaleza humana de Jesús y su presencia física en la tierra, particularmente a través de su muerte en la cruz. Este perdón hace posible que Dios nos bendiga por nuestras buenas obras.
Segundo, fue a través de su vida humana terrenal que Jesús obtuvo su simpatía personal para con nosotros en medio de las tentaciones que enfrentamos.
Escuchen las palabras de Hebreos capítulo 2 versículo 18:
Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. (Hebreos 2:18)
Al mediar ante el Padre en los cielos, Jesús se asegura de que nuestras obras sean juzgadas con misericordia y no con severidad, motivando al Padre a que extienda su gracia hacia nosotros, y nos fortalezca para resistir el pecado y nos otorgue el perdón.
Tercero, la presencia terrenal de Jesús en medio nuestro nos provee del supremo parámetro de rectitud para la vida humana.
Las Escrituras registran muchos detalles de la vida de Cristo, y cada uno de estos nos presenta un cuadro de conducta, pensamientos, emociones y juicios éticos perfectos. Y ahora Dios nos está conformando a la imagen de Cristo, proveyéndonos no sólo de un modelo para imitar, sino también del poder para que seamos como él.
Y cuarto, nuestra victoria moral está asegurada por la presencia de Jesús.
El ministerio terrenal de Jesús dio comienzo a la restauración total del reino de Dios. Al vencer en la cruz a sus enemigos y a los nuestros, Jesús nos dio el poder para prevalecer en las batallas morales, y aseguró nuestra victoria final.
Ahora no podemos estar en la presencia humana de Cristo en la tierra. Sin embargo, su presencia pasada en la tierra fue determinante para ilustrar la conducta ética, y también para hacer posible la conducta ética. Su continua presencia en el cielo es parte integral de nuestro caminar ético ante Dios.
Después de hablar sobre Dios como nuestro rey del pacto y Señor encarnado, tenemos que enfocarnos en la presencia de Dios como nuestro Espíritu ministrador, y que constituye la presencia más directa de Dios, y que comúnmente hallamos en esta época.
Espíritu Ministrador
Cuando Jesús ascendió a los cielos, él derramó su Espíritu sobre su iglesia. El Espíritu Santo nos ministra en diversas formas. Sin embargo, nos limitaremos a mencionar sólo dos de sus ministerios principales entre nosotros. Primero, el Espíritu Santo habita en cada creyente, permitiéndonos y motivándonos a tomar decisiones éticas.
En Romanos capítulo 8 versículos 9 y 10, el apóstol Pablo escribió estas palabras acerca de la presencia del Espíritu Santo:
Vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. (Romanos 8:9 y 10)
Pablo dijo que el Espíritu Santo hace dos cosas que son centrales en la ética cristiana. Primero, nos da vida espiritual y, segundo, nos controla. Consideremos cada una de estas ideas con más detalle.
A causa de la caída de la humanidad en el pecado, todos los seres humanos nacen en un estado de muerte espiritual. Esto nos hace moralmente impotentes; no tenemos la capacidad de hacer nada que Dios en última instancia pueda considerar bueno. Pero cuando el Espíritu Santo nos da una nueva vida, él nos da también la capacidad moral para que podamos hacer buenas obras, lo que significa que podemos y debemos confiar en que el Espíritu Santo nos ayudará a resistir el pecado.
El Espíritu Santo cambia nuestros corazones y mentes para que amemos a Dios y anhelemos sus bendiciones. En resumen, él nos da el deseo de vivir éticamente y, como consecuencia, tenemos la obligación moral de someternos a su control sobre nuestras vidas, y de seguir a nuestros deseos piadosos en lugar de los deseos pecaminosos.
Además de habitar en nosotros, el Espíritu Santo también ministra, otorgando dones a los creyentes dándoles capacidades sobrenaturales para realizar las obras de servicio para la iglesia.
El Espíritu Santo ha capacitado a los creyentes en diversas formas a través de toda la historia. Aun cuando el Espíritu habitó en todos los creyentes, incluso los del Antiguo Testamento, sólo le otorgó dones espirituales a individuos especiales, como los profetas, los sacerdotes y los reyes. Pero el Antiguo Testamento apuntaba además a un día cuando el Espíritu sería derramado sobre todo el pueblo de Dios.
Escuchen las palabras de Pedro en Hechos capítulo 2 versículos 16 al 17:
Esto es lo dicho por el profeta Joel: "Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños." (Hechos 2:16 – 17)
Joel había profetizado acerca un tiempo en que el Espíritu Santo se derramaría sobre todos los creyentes, extendiendo los dones espirituales a todo aquel en que él habitase. Además Pedro enseñó que esto sucedería en Pentecostés. Desde ese día en adelante, todo creyente en la iglesia ha recibido el don del Espíritu Santo.
En pasajes como 1 de Corintios capítulo 12, Romanos capítulo 12 y Efesios capítulo 4, así como en la historia de la iglesia, vemos que algunos dones espirituales son muy comunes — cosas como servir, predicar, enseñar, evangelizar, animar, contribuir y administrar. Los dones más espectaculares, tales como las visiones, los milagros y las lenguas son menos comunes. Pero, independientemente de qué dones espirituales tengamos, lo que queremos enfatizar es que el Espíritu Santo concede dones para edificar la iglesia. De modo que cualquiera sea el don que poseamos, nuestro deber moral es usarlo para el bien del pueblo de Dios.
Escuchen la enseñanza de Pablo sobre este tema en 1 de Corintios capítulo 12 versículos 7 y 11:
A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho^^elli^^Todas estas cosas las hace uno y el Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere. (1 Corintios 12:7-11)
Una de las claras implicaciones éticas de vivir en la presencia del Espíritu Santo es que estamos obligados a identificar y usar los dones que Dios nos da.
Algunos de los hechos más fundamentales que debemos considerar en cualquier situación ética corresponden a Dios mismo: su autoridad absoluta, exclusiva, exhaustiva; su control moral y soberano sobre la creación y su presencia en medio de nosotros como rey del pacto, Señor encarnado y Espíritu ministrador. Si poseemos el fundamento de una comprensión adecuada de quién es Dios, estaremos mucho más preparados para tomar decisiones que le agraden a él y nos traigan bendición.
Luego de identificar los hechos relacionados con Dios mismo, estamos listos para detenernos en los hechos que conforman la creación en general, incluyendo tanto su aspecto físico como su aspecto espiritual.
CREACIÓN
La teología sistemática tradicional ha dicho que todo lo que existe ante todo habita en uno de los tres ámbitos fundamentales. Primero, está el ámbito sobrenatural. Este ámbito está por encima de la naturaleza. A pesar de que a menudo usamos este término para referirnos a todo lo que no es parte de nuestro mundo natural, tiene un uso más técnico en la teología sistemática. Específicamente, se refiere a Dios y a sus obras, dado que sólo Dios mismo es verdaderamente más grande, más poderoso y más autoritativo que el mundo natural.
Segundo, está el ámbito natural. Este es el mundo creado por Dios en Génesis, capítulo 1, el mundo en el que vivimos y operamos. Sin duda, este es lado de la creación más familiar para los seres humanos.
Y tercero, está el ámbito de lo preternatural, el ámbito que está más allá de la naturaleza. No está por sobre la naturaleza como Dios lo está, sino que más bien está paralelo a la naturaleza como un aspecto distinto de la creación. Este es el ámbito habitado por los espíritus invisibles como los ángeles y los demonios.
En línea con esta idea tradicional, nuestra discusión sobre los hechos de la creación se dividirá en dos partes. Primero, observaremos los aspectos preternaturales de la creación, tomando en consideración cómo el ámbito espiritual habitado por ángeles y demonios se relaciona con la ética cristiana. Y segundo, nos concentraremos en el mundo natural y su relación con la ética. Comencemos con los aspectos preternaturales e invisibles de la creación.
Preternatural
Lamentablemente, los cristianos modernos, especialmente en los países occidentales, casi siempre les prestan poca atención a los ángeles y a los demonios invisibles que se mueven e interactúan con nosotros. Esto no debería sorprendernos. Después de todo, nuestra experiencia humana está típicamente limitada al mundo natural. Interactuamos constantemente con otra gente y con nuestro medioambiente físico, y normalmente tratamos de explicarnos la mayor parte del mundo y los sucesos que nos rodean como fenómenos naturales. Raramente ponemos énfasis en el mundo preternatural Pero el hecho es que los ángeles y los demonios tienen un impacto significativo en las cosas que suceden en nuestras vidas y, como resultado de ello, el mundo preternatural será de vital consideración cuando tengamos que tomar decisiones éticas.
Consideraremos los aspectos preternaturales de la creación bajo dos encabezados distintos relacionados con la ética cristiana. Primero describiremos a los habitantes del ámbito preternatural y su relación con el mundo natural; y segundo, nos enfocaremos en el tema de la guerra espiritual, la lucha cósmica entre el bien y el mal que es muy activa a nuestro alrededor. Consideremos primero a los habitantes del ámbito preternatural, es decir, los ángeles y los demonios.
Habitantes
La ciencia moderna habla de la humanidad como considerablemente sola en el universo de criaturas racionales. Todos nos damos cuenta de que vivimos en un planeta relativamente pequeño, circulando alrededor de un sol relativamente pequeño en una vasta galaxia que sólo es una pequeñísima parte del universo.
Pero las Escrituras nos enseñan que Dios también ha poblado el universo con un gran número de personas espirituales, conocidas como ángeles y como demonios. Los ángeles y los demonios son inteligentes, son seres racionales que tienen voluntad y personalidad.
Dios creó a todos estos seres como ángeles — puros y perfectos, sirviendo a Dios en su reino celestial. Pero algunos de estos ángeles se rebelaron voluntariamente en contra de Dios, y cayeron de su estado de bendición en un estado de condenación. La Biblia generalmente usa el término ángeles para referirse a los ángeles benditos que han permanecido fieles a Dios, y generalmente se refiere a los caídos, a los ángeles rebeldes, como demonios. Tanto los ángeles como los demonios han influenciado en mucho de lo que sucede en el mundo natural.
Veremos el impacto que ambos, ángeles y demonios, ejercen sobre nuestro medioambiente ético. Comencemos con el tema de los ángeles antes de referirnos al tema de los demonios.
Los ángeles sirven como mensajeros y agentes leales de Dios. Ellos comunican su palabra a los seres humanos, e interactúan con la humanidad en nombre de Dios. A veces estos son eventos dramáticos. Por ejemplo, en 2 de Reyes capítulo 19 versículo 35 vemos que el ángel del Señor dio muerte a ciento ochenta y cinco mil soldados asirios en una noche para detener la invasión de Senaquerib a Judá. Pero en otras ocasiones los ángeles operan en formas más mundanas. Por ejemplo, el Salmo 91 versículos 11 y 12 nos enseña que los ángeles también trabajan para prevenir que tropiecen los pies de los fieles seguidores de Dios.
Hebreos capítulo 1 versículo 14 resume la importante obra de los ángeles, planteando esta pregunta retórica:
¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación? (Hebreos 1:14)
Por supuesto que la respuesta es "sí." Pero, ¿qué tiene que ver este ministerio con nuestras decisiones éticas?
Por una parte, los ángeles de Dios trabajan constantemente para asegurar que siempre tengamos una oportunidad de comportarnos moralmente. Su servicio debería darnos más confianza en el cuidado y la provisión de Dios. La cual debería animarnos a tomar decisiones éticas, aun cuando estas decisiones nos ocasionen dificultades.
Más allá de esto, Dios de hecho está usando nuestra salvación para enseñar sabiduría a sus ángeles en el cielo. Los ángeles no necesitan salvación, y la salvación no está disponible para los demonios. En definitiva, la salvación es un misterio para ellos. Así, al observar la salvación de Dios para la humanidad, ellos aprenden más acerca de la gloria de Dios, y son más capaces de adorarlo.
El Nuevo Testamento habla de esto en muchos lugares, incluyendo Efesios capítulo 3 versículo 10, donde Pablo escribió estas palabras:
Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales. (Efesios 3:10)
Cuando nos arrepentimos del pecado y somos bendecidos por Dios, los ángeles aprenden más acerca de los caminos del Señor y le rinden mayor adoración. De modo que un factor importante a considerar en nuestras decisiones éticas es la forma en que nuestras decisiones éticas llevan a los ángeles a adorar y honrar a Dios.
Con esta idea de los ángeles en mente, tenemos que enfocar nuestra atención en los demonios, y en el rol que juegan ellos como factores de nuestra situación.
Como los ángeles, los demonios son capaces de interactuar en el ámbito natural. Esto lo hacen para causarnos daño. En el Nuevo Testamento, la forma habitual y más mencionada en que los demonios atacan a los cristianos es el tentarlos con la idolatría.
Las Escrituras señalan además que los demonios también pueden causarnos daño de otras formas. Por ejemplo, en Job, capítulos 1 y 2, vemos que a Satanás, el jefe de los demonios, se le permitió destruir la salud y las posesiones de Job, y matar a su familia. Ahora, tal como lo aprendimos en estos pasajes, esta fue una circunstancia inusual en la que Dios le permitió a Satanás ejercer mucha influencia en la vida de Job. No obstante, esto demuestra la clase de cosas que los demonios pueden realizar en el ámbito natural.
Tal como lo veremos en la próxima sección, las actividades de los demonios tienen muchas implicaciones para nuestras vidas. Ellos nos tientan constantemente, tratando de apartarnos de las opciones morales. Es por eso que siempre tenemos que recordar que ellos son un factor muy importante en nuestra situación.
Ahora, hay incontables implicaciones morales que debiéramos extraer de las actividades de los habitantes del ámbito preternatural. Pero en función de nuestro propósito, nos enfocaremos en la guerra espiritual que hay entre ellos, y cómo esta afecta a nuestras vidas en el ámbito natural.
Guerra Espiritual
Desde que Satanás y el resto de los demonios se rebelaron contra Dios, han estado cercados en la batalla contra los santos ángeles de Dios. Dado que este conflicto está siendo peleado entre los espíritus buenos y los espíritus malos, es decir, los ángeles y los demonios, generalmente hablamos de una guerra espiritual. Las Escrituras mencionan con frecuencia esta guerra, siendo tal vez el pasaje más conocido la enseñanza de Pablo sobre la armadura de Dios en Efesios, capítulo 6.
Escuchen las palabras de Pablo en Efesios capítulo 6 versículo 12:
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:12)
Aquí Pablo ha señalado que nuestros enemigos incluyen los principados, potestades, gobernadores y huestes espirituales de maldad del mundo preternatural. Esta guerra espiritual es una lucha entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal. Más aun, se produce una influencia ética en nosotros cuando los ángeles nos ayudan a encontrar formas de obedecer a Dios y cuando los demonios nos tientan para pecar.
Las buenas nuevas son que Jesús ha paralizado la capacidad de los demonios de superarnos. A través de su muerte y su resurrección, él ya venció a todos sus enemigos.
Pablo enseñó esto en Colosenses capítulo 2 versículo 15, al escribir estas palabras de ánimo:
Despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2:15)
Pero, aun cuando Cristo ganó la guerra, los demonios todavía persisten en sus escaramuzas en contra nuestra, y continuarán atacándonos hasta que Dios los juzgue en el día final. Por eso, debemos ser soldados vigilantes, vestidos para la batalla con la armadura de Dios, confiados en que la gracia de Dios nos fortalecerá para prevalecer en contra de las hordas demoníacas. Nunca debemos olvidar que esta guerra espiritual es real y un elemento poderoso de nuestra situación ética.
Una vez entendido esto sobre el mundo preternatural en nuestra mente, podemos revisar las implicaciones éticas del mundo material y natural en el que vivimos.
Natural
Los detalles del mundo natural son casi ilimitados, de modo que enfocaremos nuestra atención en el mundo natural como un todo. Primero, hablaremos del lugar del mundo natural en su condición original en la creación. Segundo, veremos las formas en que la caída de la humanidad en el pecado ha impactado en el mundo natural. Y tercero, discutiremos las implicaciones de la redención de la humanidad del pecado para el mundo natural. Comencemos con el tema de la creación, y con el papel que juega el mundo natural en ella.
Creación
En Génesis capítulo 1, Moisés describió la creación de todo el ámbito natural, enfatizando la importancia central de la humanidad en la tierra. A partir de su relato, podemos ver que los seres humanos son parte de la naturaleza. Según Génesis 2 versículo 7, Dios nos creó del polvo de la tierra, y dado que somos parte de la naturaleza, tenemos la obligación ética de protegerla.
Moisés dejó en claro, además, que los seres humanos son señores y gobernantes de la naturaleza. Dios no nos creó iguales a las plantas y a los animales, sino para señorear en ellos. Escuchen las palabras de Génesis capítulo 1 versículo 28:
Y bendijo Dios a la [humanidad], y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1:28)
Desde el comienzo, Dios llamó al ser humano a gobernar el mundo y a administrarlo, promoviendo la vida y el desarrollo, y transformando al mundo en un reino apto para ser habitado por él.
Ahora que hemos revisado el estado original del ámbito natural en la creación, centremos nuestra atención en la caída de la humanidad en el pecado, particularmente su impacto en el mundo natural.
Caída
Cuando Adán y Eva cayeron en el pecado, Dios respondió y maldijo a la raza humana y a la tierra, sujetándolos a corrupción. Esto causó la oposición de la tierra al señorío de la humanidad en muchas formas. Por ejemplo, se hizo difícil para los seres humanos trabajar la tierra y producir alimentos.
Leemos acerca de esto en Génesis capítulo 3 versículos 17 al 19, donde Dios pronunció la siguiente maldición sobre Adán:
Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan. (Génesis 3:17 – 19)
Como resultado de esta maldición, el mundo natural está afectado por el pecado en múltiples formas. Podríamos resumir la situación del ámbito natural así: la naturaleza es el recipiente de la maldición de Dios y el instrumento de la ira de Dios. Es decir, la naturaleza está corrompida por el pecado y a menudo es hostil para con nosotros. Estos son importantes detalles de nuestra situación natural que hay que considerar en la ética. La naturaleza no es como fue diseñada originalmente; esto a menudo complica nuestras decisiones éticas porque está corrompida por el pecado, y a menudo sirve como instrumento de Dios para disciplinarnos.
Al mismo tiempo, el mundo natural no está totalmente corrompido por la caída. La tierra aún pertenece a Dios, y todo lo que hay en ella también. Esta aún proclama su bondad y su majestad, y Dios aún la usa para proveernos de muchas cosas buenas. Tal como leemos en Salmo 19 versículo 1:
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (Salmo 19:1)
Y tal como lo escribió Pablo en 1 de Timoteo capítulo 4 versículos 4 al 5:
Todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado. (1 Timoteo 4:4-5)
La naturaleza aún es buena. Aún es la creación de Dios, y aún es medio a través del cual Dios nos ministra y nos bendice.
Cada vez que enfrentamos decisiones éticas, siempre debemos recordar que tanto la corrupción de la naturaleza como las bendiciones de la naturaleza continúan siendo características importantes de nuestra situación.
Luego de hablar de la naturaleza en relación con la creación y con la caída, estamos listos para ir al tema de la redención, y el rol que juega el ámbito natural en la historia de la redención.
Redención
Cuando la humanidad cayó en el pecado, el ámbito natural se transformó en un instrumento de maldición y en un recipiente de la maldición. Pero con la redención, ambos efectos son revertidos. El ámbito natural se transforma en un instrumento de redención, en tanto Dios obra en el ámbito natural para llevar a cabo la redención para los seres humanos. Así también se transforma en un recipiente de la redención, en tanto Dios purga la corrupción del mundo natural a través de la redención de la humanidad.
La naturaleza funciona en múltiples formas como un medio de redención. Por una parte, Dios usa las cosas del ámbito natural como herramientas de proceso de redención. Los sucesos del mundo natural dan testimonio de la grandeza de Dios. Ellos nos ofrecen la oportunidad de creer en él para salvación, y nos ponen en circunstancias que nos llevan al crecimiento y la victoria espiritual. Por otra parte, Dios a veces obvia el orden natural y normal en forma milagrosa, cambiando la naturaleza de modo que esta se nos presenta con señales y maravillas que edifican nuestra fe.
Consideren Romanos capítulo 8 versículo 28, donde Pablo escribió estas palabras:
A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8: 28)
Con la expresión todas las cosas, Pablo quiso decir toda circunstancia, todo suceso, toda criatura, todo objeto, todo pensamiento, es decir, todo. Esto incluye también todo lo que existe o sucede en el mundo natural. Dios está en control de todo ello en nuestro beneficio, favoreciendo nuestra redención.
Así entonces, cuando nos vemos enfrentados a las disyuntivas éticas, es preciso que nos hagamos preguntas como: ¿Qué me está enseñando Dios a través de mis experiencias del mundo natural? ¿Cómo puede mi interacción con el mundo natural ayudarme a ser más como Cristo? Y, ¿cómo puedo usar el mundo natural para darle Gloria a Dios?
Más allá de ello, el ámbito natural mismo va a ser en última instancia un recipiente de la redención. Dios va a refinar a ambos, al cielo y la tierra, para crear un nuevo cielo y una nueva tierra. Las Escrituras mencionan esta nueva creación en muchos textos como Isaías 65 versículo 17, Isaías 66 versículo 22, 2 de Pedro 3 versículo 13 y Apocalipsis 21 versículo 1. Pasajes como estos indican que la corrupción del mundo natural durará hasta que se complete la redención de la humanidad con el regreso de Cristo. En ese punto, la tierra será llevada al glorioso destino que Dios ordenó para ella desde el comienzo.
Pablo escribió sobre esto en Romanos capítulo 8 versículos 19 al 21, en donde hallamos estas palabras:
El anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios^^elli^^la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. (Romanos 8:19 21)
El hecho de que Dios esté redimiendo al mundo natural indica que él le asigna un gran valor. De modo que, cuando tomamos decisiones éticas, tenemos que considerar también cómo impactaran nuestras decisiones a la creación natural. Esto significa que tenemos que plantearnos preguntas como: ¿Qué efecto tendrá mi decisión en el mundo natural? ¿Cómo puedo incrementar o mejorar el dominio de la humanidad sobre la tierra? Y, ¿cómo puedo promover un mundo adecuado para la gloriosa presencia de Dios? Cada vez que nos encontramos con una pregunta ética, debemos considerar las formas en que la creación influye en nosotros. Y tenemos que recordar de qué manera nuestras acciones impactan también a la creación.
Ahora que ya hemos identificado los hechos fundamentales que se refieren a Dios mismo, así como los hechos de la creación en general, estamos listos para considerar los hechos relacionados con la humanidad, la corona de la creación de Dios.
HUMANIDAD
Abordaremos en dos formas los hechos relacionados con la humanidad. Primero, consideraremos a la humanidad en el contexto de la sociedad, observando los hechos relacionados con nuestros intentos de vivir con otros. Y segundo, hablaremos de los seres humanos como individuos, concentrándonos en nuestros intentos de vivir con nosotros mismos. Dirijamos nuestra atención ahora a la sociedad humana como característica esencial de nuestra situación.
Sociedad
Veremos tres aspectos de la sociedad relacionados con nuestro estudio de la ética cristiana. Primero, consideraremos la solidaridad corporativa de la sociedad humana, la manera en que Dios ve a la raza humana como grupo unificado. Segundo, hablaremos brevemente de la similitud de nuestras experiencias humanas. Y tercero, mencionaremos a la comunidad humana. Veamos primero la solidaridad de la sociedad humana estando frente a Dios.
Solidaridad
En nuestra discusión sobre la solidaridad corporativa de la humanidad, hablaremos del mandato cultural como una tarea corporativa dada a la humanidad en la creación. Hablaremos también de la caída como un fracaso corporativo de la raza humana que tuvo consecuencias corporativas. Finalmente, veremos la redención como la reconstrucción corporativa de la sociedad humana. Meditemos primero en la tarea corporativa de la humanidad en la creación, es decir, el mandato cultural.
En una lección anterior, hablamos del mandato cultural como el mandamiento de Dios de que los seres humanos extiendan su reino hasta lo último de la tierra por medio del desarrollo de la cultura humana. Este mandato fue dado directamente a Adán y Eva cuando fueron creados.
Escuchen las palabras de Dios para nuestros primeros padres en Génesis capítulo 1 versículo 28:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1:28)
Por supuesto que Dios nunca quiso decir que Adán engendrara y Eva diera a luz tantos hijos como para llenar todo el planeta con pueblos y culturas. En vez de eso, su idea fue que ellos fueran los primeros de muchas generaciones de seres humanos; y que la raza humana cumpliera su mandato en forma corporativa.
Como resultado, todos los seres humanos son solidarios los unos con los otros. Es decir, Dios les ha asignado la tarea de llenar y sojuzgar la tierra a la raza humana como un todo, como una singular entidad corporativa. Pero Dios no le asignó todos los aspectos del mandato cultural a cada individuo. El mandato cultural obliga a la humanidad como un todo a reproducir y edificar culturas; y la obligación moral del individuo consiste simplemente en hacer su parte, en cooperar con toda la humanidad en la realización de esta tarea corporativa.
Esta solidaridad corporativa de la raza humana en el mandato cultural nos enseña algo muy importante sobre la ética. Nos enseña que desde un primer comienzo, Dios tuvo el propósito de que los seres humanos consideremos al resto de la gente cuando tomamos nuestras decisiones individuales. Tenemos que considerar cómo les afectarán nuestras decisiones, y cómo podemos trabajar juntos para realizar nuestra tarea corporativa de extender el reino de Dios hasta lo último de la tierra.
Con la tarea de la humanidad en mente, revisemos el tema de nuestro fracaso corporativo cuando la raza humana cayó en el pecado.
Cuando Dios creó a Adán y Eva, les asignó la tarea corporativa del mandato cultural. Pero también les asignó roles individuales que contribuirían al éxito de la tarea.
Luego, en la caída, Adán y Eva violaron, cada uno en particular, su rol individual asignado y, en el proceso, violaron la tarea corporativa que se les había dado. Así entonces, la caída no sólo implicó los pecados de Adán y Eva como individuos, sino también el rompimiento de su relación, su estructura de familia ordenada por Dios y, de este modo, la raza humana se unió en su rebelión contra Dios.
El hecho de que la caída haya sido un fracaso corporativo tiene fuertes implicaciones para la ética cristiana. Indica que no sólo tenemos la obligación de ser individuos éticamente puros, sino también de promover la moralidad de los demás individuos. Demuestra que se requiere que formemos familias y sociedades, y que establezcamos prácticas éticas en medio de tales relaciones. Nos enseña también que es necesario que seamos cuidadosos con las tentaciones que se nos presentan a través de tales relaciones.
Luego de considerar la tarea corporativa de la humanidad y nuestro fracaso corporativo en esa tarea, tenemos que centrar nuestra atención en las consecuencias corporativas de la caída de la humanidad en el pecado.
Para poder entender las consecuencias corporativas de la caída, es útil recordar que cuando Dios creó a Adán y Eva, él entró en un pacto con ellos. Entre otras cosas, este pacto exigía que Adán y Eva obedecieran a Dios, y definió las consecuencias de su obediencia o desobediencia. Sin embargo, este pacto no sólo gobernaba la relación de Dios con Adán y Eva como individuos, sino que gobernaba a Adán y Eva colectivamente. De hecho, las Escrituras nos enseñan que todo ser humano que alguna vez ha existido o alguna vez existirá fue incluido en este Pacto.
De modo que, cuando Adán y Eva violaron el pacto de Dios, comiendo del árbol del conocimiento del bien y del mal, las consecuencias de su desobediencia no sólo cayeron sobre ellos, sino también sobre sus descendientes. A causa de la solidaridad corporativa de la raza humana, esta trasgresión condenó a todos los individuos de la raza humana a las maldiciones del pacto.
Tal como Pablo lo resumió en Romanos capítulo 5 versículo 18:
Por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres. (Romanos 5:18)
La única excepción a esto fue Jesús, quien no descendió de Adán y Eva de acuerdo a la forma normal de reproducción humana, sino que fue concebido en el vientre de María por el Espíritu Santo. Todos los demás seres humanos cayeron en las maldiciones del pacto cuando Adán pecó.
Como consecuencia de la caída, el resto de nosotros hemos nacido bajo la maldición de muerte por parte de Dios, y estamos destinados al juicio eterno. Y además de nacer culpables y condenados, estamos corrompidos. El pecado habita en nosotros y somos sus esclavos. Y somos incapaces de hacer algo bueno.
Tal como Pablo lo escribió en Romanos capítulo 8 versículos 7 y 8:
Los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (Romanos 8:7 y 8)
De hecho, las consecuencias de la caída son tan severas que, aparte de la obra redentora de Dios, no hay forma en que podamos pensar, hablar o hacer algo que sea verdaderamente ético.
Dado que estamos tan corrompidos por el pecado, tenemos que cuestionar siempre nuestros instintos e intuiciones morales. No podemos llegar y simplemente seguir a nuestro corazón, imaginándonos que éste siempre nos guiará a la pureza ética.
Una consecuencia ética de este problema universal del pecado es que la raza humana no cumplió con el mandato cultural como Dios lo pidió. Edificamos y extendemos la civilización humana a través del mundo, pero el pecado que habita en nosotros generalmente hace que la edifiquemos en una forma en que fallamos en honrar y glorificar a Dios.
Se supone que nos hemos de ayudar unos a otros en la tarea de edificar el reino de Dios en la tierra, pero la corrupción del pecado nos transforma en obstáculos para ello. De manera que, si buscamos darle la gloria a Dios, no solo tendremos que obrar positivamente en edificar su reino, sino que tendremos que mantenernos alertas frente al pecado.
Después de haber considerado la tarea corporativa y el fracaso corporativo de la humanidad, así como las consecuencias corporativas del fracaso, vayamos a la reconstitución corporativa de nuestras estructuras sociales humanas.
En el mundo moderno, es común que los cristianos se concentren en los aspectos individuales de la salvación — en cosas como el perdón de los pecados y la vida eterna para las personas en forma individual. Pero, tal como lo vimos en lecciones anteriores, el plan de Dios para la creación no es solamente salvar a un ejército de individuos creyentes, sino más bien construir un reino; construir una nueva estructura social y una nueva sociedad habitada por gente renovada.
Escuchemos 1 de Pedro capítulo 2 versículo 9, donde Pedro describe a la iglesia en términos corporativos:
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios. (1 Pedro 2:9)
Dios no sólo está redimiendo individuos, sino que está redimiendo a un pueblo, un sacerdocio, una nación. Es decir, está redimiendo individuos y ubicándolos en sociedades redimidas.
Todos estamos conscientes de que Jesús es nuestro Rey, y que nosotros somos su reino; y todos reconocemos que, incluso en el presente, él ha ordenado las estructuras y las autoridades sociales para su pueblo, tales como las familias y los oficios de la iglesia. Y cuando Jesús regrese en el futuro, las estructuras sociales corporativas también serán totalmente redimidas.
Y estos hechos son importantes para las decisiones éticas que tomamos. No sólo necesitamos concentrarnos en nuestra propia redención personal, sino también en la mantención de las estructuras sociales divinas, como las familias, las congregaciones de las iglesias, incluso las naciones. Todas son parte del gran reino que Dios está edificando en la tierra.
Ahora que hemos explicado la solidaridad corporativa de la raza humana en nuestro trato con Dios, tenemos que considerar los hechos relacionados con la similitud de nuestras experiencias humanas.
Similitud
Dentro de la raza humana, nos dividimos en muchos grupos más pequeños de gente. Somos miembros de naciones, culturas, sub-culturas, iglesias, familias, etc. Nuestras historias no son sólo biografías de individuos, sino relatos acerca de naciones y grupos de personas. Existimos y nos gobernamos con base a estructuras sociales como las familias y los países. Compartimos culturas que nos ligan con base a estilos de vestimenta, alimentos, música, arte, arquitectura y muchas otras cosas. Dentro de estos grupos sociales, hay similitudes fundamentales que ligan al grupo. Estas similitudes y diferencias debemos considerarlas cuando tomamos decisiones éticas.
Encontramos un resumen conciso de esta idea en 1 de Corintios capítulo 9 versículos 20 al 22, donde Pablo escribió estas palabras:
Me he hecho^^elli^^a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley^^elli^^a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. (1 Corintios 9:20-22)
Pablo enseñó que es importante para nosotros adaptar nuestra conducta a las experiencias compartidas de la gente alrededor nuestro. Él tomó en cuenta los contextos humanos sociales en que él mismo se basó, y cambió su conducta a la luz de lo que vio. Por ejemplo, siguió las tradiciones judías en los ambientes judíos, y las prácticas gentiles en los ambientes gentiles. Desde luego que se aseguró de no violar nada de lo enseñado en las Escrituras. Pero en lo posible, ajustó su aplicación de la ley de Dios a las experiencias compartidas con los que le rodeaban. Y, siguiendo su ejemplo, nosotros debemos hacer lo mismo.
Después de hablar de la solidaridad corporativa de la raza humana ante Dios, y de la importancia de la similitud en nuestras experiencias humanas, estamos listos para considerar el tema de la comunidad, los hechos relacionados con nuestra normal interacción del uno con el otro, sea como miembros de la raza humana, o de un grupo más pequeño, o como individuos.
Comunidad
Dividiremos el tema de la comunidad en dos partes. Primero, consideraremos el impacto que lo seres humanos tienen unos sobre otros. Y segundo, nos concentraremos en las responsabilidades que tenemos los unos para con los otros. Comencemos con el impacto que los individuos tienen los unos sobre los otros dentro de su comunidad.
No cabe duda que las decisiones y las acciones de los individuos a menudo afectan a quienes los rodean. Cuando estas acciones y decisiones se conforman a las Escrituras, impactan a las personas en una forma que glorifica a Dios. Cuando no lo hacen, impactan a los demás en una forma que promueve el pecado. Impactamos de innumerables maneras a la gente en nuestra comunidad. Sin embargo, en función del propósito de esta lección, concentraremos nuestra discusión en el impacto entre los creyentes en la iglesia.
En 1 de Corintios capítulo 12 versículos 26 al 27, Pablo describió el impacto que los cristianos ejercen unos sobre otros, usando la metáfora del cuerpo. Escuchen lo que él escribió allí:
De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. (1 Corintios 12:26 – 27)
En este pasaje, Pablo enseñó que los cristianos deben tratarse unos a otros con honor y respeto, porque lo que le sucede a un cristiano le afecta a todos los creyentes en el mundo. En este sentido, el impacto que ejercemos el uno sobre el otro es muy amplio, de modo que siempre debemos tomar en cuenta a toda la iglesia cada vez que tomamos una decisión. En la medida que seamos capaces de determinar el impacto de nuestras acciones sobre los otros creyentes, debemos tomar las decisiones que los beneficien y no los dañen, y que promuevan en ellos el conducirse éticamente.
Pablo dio un ejemplo muy concreto de esto en 1 Corintios 8, donde dio instrucciones con respecto a los alimentos que habían sido sacrificados a los ídolos. En general, él enseñó que era aceptable para los cristianos comer estos alimentos. Pero él calificó esto, diciendo que si el comer estos alimentos causaba que otros creyentes cayeran en el pecado de idolatría, entonces los cristianos deberían privarse de esos alimentos.
Escuchen lo que él escribió en 1 de Corintios capítulo 8 versículo 13:
Si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano. (1 Corintios 8:13)
Para que nuestras decisiones sean bíblicas, debemos considerar el impacto de nuestras acciones sobre los demás.
Conociendo la importancia del impacto que tenemos en los demás, tenemos que dirigir nuestra atención al tema relacionado con las responsabilidades que tenemos los unos para con los otros. Tal como lo hicimos cuando discutimos el impacto que tenemos en los demás, nos concentraremos particularmente en las responsabilidades que tenemos los unos para con los otros en la iglesia.
En muchos pasajes, las Escrituras nos enseñan acerca de nuestras responsabilidades para con el otro. Entonces, para ser más ilustrativos, nos concentraremos en el mandamiento del Señor que nos amemos los unos a los otros. Este mandamiento es mencionado con frecuencia en las Escrituras, pero nos fijaremos en la forma en que Juan habló acerca de él en su primera epístola.
Escuchen las palabras de 1 de Juan capítulo 3 versículos 11 al 18:
Amémo[nos] unos a otros^^elli^^En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. (1 Juan3:11 18)
Juan indicó que tenemos la responsabilidad de amarnos unos a otros de la misma forma en que Jesús nos amó. Esta responsabilidad abarca toda la vida. Demanda nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestras posesiones, incluso nuestras vidas. Y esta es una responsabilidad que debe reflejarse en todas nuestras decisiones éticas.
Ahora que hemos revisado los hechos relacionados con la vida con los demás en la sociedad humana, estamos listos para volver nuestra atención sobre nosotros mismos como individuos.
Individuos
Como hemos visto, los seres humanos tenemos muchas cosas en común. Todos somos responsables ante el mismo Dios. Vivimos en el mismo mundo natural y somos influenciados por las mismas fuerzas preternaturales. Vivimos en sociedades junto a muchos otros semejantes a nosotros. Pero también hay muchas formas importantes en que cada persona es única. Todos tenemos diferentes personalidades, diferentes historias, diferentes capacidades, etc. Y estas diferencias individuales son factores importantes a considerar cuando enfrentamos opciones éticas.
Hablaremos de cuatro tipos de factores en relación a los seres humanos como individuos. Primero, hablaremos del carácter personal. Segundo, mencionaremos el significado de las experiencias de cada individuo. Tercero, trataremos el tema del cuerpo humano y su influencia. Y cuarto, consideraremos la importancia de los roles que Dios le ha asignado a cada persona. Comencemos con el carácter personal como un importante factor de nuestra situación.
Carácter
Cuando hablamos de carácter, tenemos en mente cosas como nuestras preferencias y tentaciones individuales, así como nuestra santificación. Cada uno de nosotros, tiene ciertas fortalezas y debilidades Y cada uno de nosotros tiene una relación personal única con el Espíritu Santo. Todos estos factores influyen en nuestra capacidad e inclinación a tomar decisiones que honren a Dios.
Además de los aspectos del carácter personal, al tomar decisiones éticas debemos fijarnos también en las experiencias de cada individuo.
Experiencias
Las experiencias personales se parecen un poco a las huellas digitales. Todas las huellas digitales están hechas de bordes que forman patrones, como arcos y curvas y espirales, y aun cuando todos tenemos huellas digitales conformadas por los mismos elementos, cada huella digital es única.
Lo mismo sucede con nuestras experiencias. La mayoría de nuestras experiencias son muy comunes, pero la combinación de las experiencias de cada persona es única. En la categoría de nuestras experiencias, deberíamos incluir factores tales como nuestra herencia, nuestra madurez, nuestra educación, nuestras oportunidades, nuestra posición y status y, por supuesto, todo lo que siempre pensamos, decimos y hacemos. Estas experiencias condicionan nuestras decisiones éticas y determinan en parte nuestras responsabilidades morales.
Ahora, en cierto sentido todos enfrentamos la misma tentación de violar la ley de Dios. Pero cada uno de nosotros siente esta tentación en forma distinta. Por ejemplo, todos somos tentados a robar, pero los detalles específicos de esta tentación difieren en cada uno de nosotros. Todos somos tentados sexualmente, pero las tentaciones específicas que enfrentamos varían de individuo a individuo. De manera que, al aproximarnos al tema de la ética cristiana, tenemos que reconocer que cada uno de nosotros lucha una batalla espiritual única. Y los detalles de nuestras batallas únicas son factores importantes que debemos considerar.
Por ejemplo, en relación a nuestra herencia, todos tenemos que honrar a nuestros padres. Pero no todos tenemos los mismos padres. De hecho, cada uno de nosotros tiene que honrar a sus propios padres. Y con respecto a la madurez, la forma en que hemos de honrar a nuestros padres varía a medida que crecemos. Cuando somos jóvenes, los honramos grandemente, obedeciéndoles y respetándolos. Cuando somos mayores y nuestros padres son ancianos, puede que necesitemos honrarlos en forma distinta, como cuidar de sus necesidades físicas. Cada experiencia nos presenta responsabilidades consecuentes que en cierta forma son únicas para nosotros. Y al enfrentar decisiones éticas, estos son factores muy importantes a considerar.
Con estas ideas sobre el carácter y la experiencia personal en mente, tenemos que concentrarnos en los factores relacionados con el cuerpo humano, y la influencia que ejercen sobre nuestra contingencia ética.
Cuerpo
Hay muchos factores relacionados con nuestros cuerpos y que entran en juego en la contingencia ética, tales como nuestra edad física, nuestras capacidades e incapacidades, nuestra herencia genética y nuestras capacidades intelectuales.
Por ejemplo, en Deuteronomio capítulo 1 versículos 35 al 39, Dios hizo una distinción entre los adultos y los niños de Israel así:
No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres, excepto Caleb^^elli^^ [y] Josué^^elli^^ Y vuestros niños^^elli^^ vuestros hijos que no saben hoy lo bueno ni lo malo, ellos entrarán allá, y a ellos la daré, y ellos la heredarán. (Deuteronomio 1:35 – 39)
Cuando Israel como nación se rebeló en contra de Dios en el desierto, el Señor condenó a toda la generación adulta, con excepción de Josué y Caleb. Sin embargo, no condenó a los niños de esta generación porque ellos no sabían aún lo bueno ni lo malo. De esta y de muchas otras formas, las Escrituras señalan que nuestras obligaciones éticas están parcialmente determinadas por nuestra madurez física y nuestras capacidades intelectuales.
Pero las Escrituras también enseñan que algunos factores relacionados con nuestros cuerpos no pueden influir totalmente en nuestras obligaciones éticas. Consideremos el ejemplo más prominente en las Escrituras, el hecho de que el pecado habita en nuestros cuerpos, impidiendo que seamos capaces de obedecer a Dios. Aun así, Dios no pasa por alto los pecados que cometemos como resultado de este problema residente en nuestros cuerpos.
Escuchen la descripción de Pablo de este problema en Romanos capítulo 7 versículos 18 al 24
En mi carne, no habita nada bueno^^elli^^Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo^^elli^^que me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros^^elli^^¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:18 – 24 [BLA])
El pecado que habita en nuestros cuerpos nos lleva al pecado. Pero, tal como lo muestra Pablo, la solución a este dilema no es negar nuestra culpa, sino clamar por un salvador.
Y la relación entre la genética y la conducta es similar a esto. Muchos científicos han sugerido que hay una correspondencia entre la herencia genética, por una parte, y las conductas como la violencia criminal, el alcoholismo y la homosexualidad, por otra parte. Puede que sea cierto, entonces, que nuestros genes, así como el pecado que habita en nosotros, dificultan nuestra obediencia a los mandamientos del Señor. Sin embargo, los mandamientos de Dios son normativos para nosotros. Luego, aun cuando nuestros cuerpos hagan más fácil y natural el pecar, eso no nos excusa de los pecados que la Biblia claramente condena.
Ahora que hemos revisado los factores relacionados con el carácter, las experiencias personales, y el cuerpo humano, estamos listos para examinar la importancia ética de los roles que Dios nos ha asignado a cada uno de nosotros.
Roles
Cada uno de nosotros tiene múltiples roles en la vida. En el mundo secular, a menudo desempeñamos roles como padres, hijos, hermanos, esposos, empleados, y muchos más. Más allá de esto, Dios ha llamado a las personas a distintos puestos y trabajos en la iglesia, de modo que tenemos ancianos, diáconos, evangelistas, maestros, etc. Y, ya sea que ocupemos un puesto en la iglesia o no, Dios ha dotado espiritualmente a cada creyente de distintas maneras, y él espera que usemos nuestros dones para servir a nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Pero cada uno de estos roles nos presentan tentaciones y responsabilidades específicas.
Por ejemplo, si somos pastores en la iglesia, es nuestra responsabilidad gobernar, enseñar y amonestar al pueblo de Dios en forma sabia y santa. Pero si somos niños en la iglesia, estaríamos errados si asumimos este tipo de autoridad y conducta. Consideremos otro ejemplo. El Nuevo Testamento enseña a los adultos físicamente capaces, especialmente a los padres y esposos, a trabajar para sostenerse ellos mismos y a sus familias. Tal como Pablo lo escribió en 1 de Timoteo capítulo 5 versículo 8:
Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo. (1 Timoteo 5:8)
Así entonces, podemos ver que es responsabilidad de algunas personas el trabajar para mantener a los demás, específicamente aquellos que están en un rol de proveedor para la familia. Así también, cuando se nos otorga la responsabilidad de proveer para nuestras familias, enfrentamos la tentación de evadir esa responsabilidad.
De una manera u otra, lo mismo es cierto para cada rol que desempeñamos. Cada rol nos expone a tentaciones particulares y nos otorga responsabilidades particulares. De este modo, cada rol es un factor importante y complejo en nuestra contingencia ética.
Vemos entonces que al tomar decisiones bíblicas, hay muchos factores que debemos tomar en cuenta y que están relacionados con nuestra existencia como seres humanos, tanto como miembros de la sociedad en la que convivimos unos otros, y como individuos que convivimos con nosotros mismos.
CONCLUSION
En esta lección, hemos esbozado las principales categorías de los factores que debemos tener en mente para responder a las preguntas éticas bíblicamente. Hemos identificado un número de factores importantes acerca de Dios mismo, especialmente su autoridad, su control y su presencia. Hemos descrito los factores que conforman la creación en general, poniendo atención tanto al ámbito natural como al ámbito preternatural. También hemos considerado la humanidad, tanto en el contexto de la sociedad como a nivel individual. Estas tres categorías básicas son un buen punto de partida para analizar los factores de nuestra situación ética.
Si nos aproximamos a la ética desde una perspectiva situacional, es extremadamente importante que reconozcamos y consideremos todos los factores que influyen en nuestras responsabilidades ante Dios. Lo más básico de estos factores es siempre la existencia de Dios y su carácter. Pero los factores relacionados con nuestro contexto y con nosotros mismos establecen también obligaciones éticas para nosotros. De modo que mientras más factores consideremos, estaremos más seguros de tomar decisiones éticas realmente bíblicas.